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Ricardo Salazar, pastor de la Iglesia “Global Church” de Japón, ha vaticinado terribles desastres para nuestro planeta
Ricardo Salazar, pastor de la Iglesia “Global Church” de Japón, ha vaticinado terribles desastres para nuestro planeta

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El peruano, Ricardo Salazar, supuesto periodista y misionero, actual pastor de la Iglesia “Global House” de Tokio, y quien se hace llamar “El Pastor de Japón”, ha vaticinado, “en nombre de Dios”, terribles desastres en el futuro de nuestro planeta.

Entre sus fatídicas profecías hay una, en especial, que estaría a punto de cumplirse y que desencadenaría una multiplicidad de acontecimientos con graves consecuencias para la Tierra: “El impacto de un asteroide contra la isla de Puerto Rico, el próximo 16 de mayo”.

Según este “profeta”, tan sólo un mes después del impacto, se daría inicio a la “Tercera Guerra Mundial”, tras el ataque conjunto de Rusia y China, con armamento nuclear, al territorio de los Estados Unidos.

Todo ello, será el preámbulo para la aparición del temido Anticristo. Que, según sus palabras, se mostrará al mundo en 2020.

Dicen las Escrituras que a mitad de su mandato (¿un mandatario?) todo habrá de cambiar y, será entonces, cuando muestre su verdadera cara, exigiendo que le llamen “Dios” y obligando a todos a llevar su marca. Algo que debería ocurriría hacia la mitad del año 2024, entendiendo que asumiera el poder en 2020.

Desde el inicio de la profecía, en mayo de 2016, hasta la mitad del año 2024, habrían pasado “siete años”, número bíblico y divino, que es el tiempo que el verdadero Dios daría a sus hijos para llevar el mensaje del evangelio a todas las naciones.

“Entre ellos, uno muy especial, en el que les advierte de no dejarse marcar por la bestia, para que nadie alegue al Señor que no lo sabía, pues eso Dios no lo perdonará jamás y ellos solos se habrán condenado al lago de fuego”, afirma Salazar en uno de sus vídeos colgados en YouTube.

A continuación, les dejamos la versión corregida de la profecía dada al Pastor Ricardo Salazar, y publicada en su cuenta de Facebook: “El Pastor de Japón”.

“Visión profética, dada por el Espíritu de Dios a Ricardo Salazar, a las 9:00 AM del día 28 de enero de 2015.

Un artículo periodístico del futuro.

La tierra fue abatida por un portentoso asteroide que cayó en las costas de Puerto Rico el día de hoy, 16 de mayo del 2016, a las 2:20 AM. Tan sólo unos días después de que su gobierno advirtiera a la población, con poco tiempo de antelación, sobre la gravedad de la situación. Tiempo que no fue suficiente para que la mayoría de sus habitantes, hoy desaparecidos, se pusieran a buen recaudo.

Quien redacta, Ricardo Salazar, periodista de profesión, no lo hace para enviarlo como un despacho informativo a una de las agencias con las que habitualmente trabaja, sino para que quede registro de lo aquí sucedido. Rogando que el 17% de batería, que aún le queda a mi PC portátil, alcance para documentar el luctuoso suceso que me ha tocado vivir al lado de mis familiares, y que sirva como crudo testimonio de una historia que pensé jamás viviría.

Primeros indicios…

Una noche de primavera en Japón, a principios de mayo, empezó a destacar en el firmamento nocturno una bonita estrella. Llegaban noticias extraoficiales de Rusia, no confirmadas por la NASA, que hablaban de un supuesto asteroide o de un cometa, en rumbo de colisión con la Tierra.

Durante las primeras noches, la mayor parte de la población de la Tierra no tuvo conciencia real de la importancia de aquel fenómeno. Incluso, se lo tomaban muy a la ligera. Pero, a medida que se acercaba el día del impacto, las agencias de noticias ya no pararon de hablar sobre el tema.

Como ahora lamentablemente sabemos, la NASA, tan sólo unos días antes del fatal acontecimiento, se vio finalmente obligada a declarar de forma oficial que el planeta sufriría la inminente colisión contra un asteroide, de poco más de 500 metros de diámetro, cuando ya no había nada que hacer.

La anarquía en la isla se volvió incontrolable.

Pocos escaparon…

Los aeropuertos de toda América colapsaron, pues fueron cientos de miles las personas que querían salir a como diera lugar de la zona de impacto. Aunque, hemos sabido de buena fuente, que fueron muy pocos los que realmente pudieron hacerlo.

Incluso, vimos como muchos aviones llegaban al Japón procedentes de ese continente, con menos de la mitad del pasaje, transportando sólo a ciudadanos japoneses que se auto repatriaban o extranjeros con residencia estable en el país del Sol Naciente. Resta decir que los precios de los boletos de avión se elevaron de una manera irracional.

¡El impacto!

La noche previa al impacto con el asteroide, al menos en Japón, los curiosos que solían observar el perturbador espectáculo nocturno que suponía aquella espectral “estrella luminosa”, como se le llamó en un principio, y que muchos ciudadanos llegaron a captar en imágenes de muy buena calidad, ya no pudieron volver ubicar el objeto en el firmamento.

Muchos se alegraron, pensando que tal vez habría pasado de largo, tan sólo rozando la tierra y que, el peligro para la humanidad era historia. Sin embargo, como se pudo conocer a través de las agencias especializadas en el tema, la roca espacial resultaba ya imposible de avistar por hallarse demasiado cerca del planeta.

Fue así como a las 3:20 PM en Japón todos los ciudadanos, hasta donde la vista permitía ver, permanecieron arrodillados, rezándoles a sus dioses. Llorando o en un sepulcral silencio, a la vez que miraban al cielo.

De pronto, un inusual estremecimiento rompió el silencio, arrojando al suelo a muchas personas. No fue un terremoto, al menos no lo parecía. Fue, más bien, una especie de sacudón que no llegó siquiera a durar un segundo.

Sin embargo, a los pocos minutos se sintió un sonido ahogado, cual el rugido de un animal prehistórico que pugnaba por salir de su peculiar cárcel milenaria, en el vientre de la tierra. Los coches eran sacados fuera de las autopistas, la gente arrojada furiosamente contra el suelo y, una vez caídos, se les veía convulsionar debido a la fuerza del movimiento.

Las estructuras comenzaron a venirse abajo casi de manera instantánea. Los grandes edificios del centro de Tokio, que inicialmente habían soportado el enorme terremoto de 11,5 grados, fueron declarados inhabitables o en peligro de colapso por el “gobierno”, si es que esa figura aún existía, Con el correr de las horas y frente a las continuas réplicas, muchos terminaron cediendo. Fueron tantas las victimas, que aún se desconoce el número de exacto de las mismas.

A los 30 minutos del primer gran terremoto, supimos por la radio que un enorme tsunami se dirigía hacia las costas de Japón. En Hiratsuka, la ciudad donde nos encontramos, a Dios gracias el mar no llegó a penetrar. Pero pudimos conocer que casi todo el país había sido arrasado por las poderosas olas. Tokio quedó bajo las aguas, los ríos se desbordaron, el mar alcanzó hasta el Palacio Imperial. Los daños se desconocen, pero todas las previsiones son fatales, ya que el agua seguía penetrando a lo largo de la costa, devastando lo ya devastado.

Un hecho extraño que acompañó a estos acontecimientos, fue la aparición de enormes bestias marinas de las que se desconoce su procedencia, y cuyas especies nunca antes habían sido vistas por el hombre. Sus restos, permanecen aún sobre los tejados de las desvastadas viviendas, pudriéndose.

Durante la noche, a la distancia, se podían apreciar algunas zonas iluminadas. Era el fuego, que seguía consumiendo las viviendas y edificios, estructuras de madera, principalmente, que no ha podido ser sofocado desde el día en que impactó el asteroide, puesto que no hay agua, ni bomberos, ni calles transitables para trasladarse hasta esos lugares y poder extinguir las llamas.

Erupción de volcanes…

Uno de los volcanes más conocidos de Japón, el Monte Fuji, ha entrado en erupción, tras más de 300 años de permanecer dormido. Y no es el único. Las familias de la zona no han podido ser evacuadas, ya que en estos momentos no hay ninguna organización estatal que esté realizando dichas funciones. Cada cual ha huido del lugar del desastre como ha podido, aunque Japón entero está sumido en el desastre.

En el lugar en donde nos hallamos ahora, un parque a las afueras de Tokio, hay muchas personas que se han detenido aquí para descansar, ya que este no es un refugio, sino tan sólo una parada en el camino. Nos dicen que vienen de la prefectura de Shizuoka, el sitio exacto en donde se levanta esa descomunal mole, y que ha quedado sepultada por las cenizas y la lava. Los pueblos colindantes se derritieron, literalmente.

Y, aunque el gobierno se organizó para ofrecer refugios a su gente, no han sido suficientes. Extraoficialmente pudimos conocer que ellos sabían del peligro desde finales del 2015 y que habían mantenido la reserva para evitar desmanes generalizados en la población.

Por otra parte, y desde hace un par de días, ha comenzado la lluvia de cenizas y se prevé que su intensidad vaya en aumento. El volcán, de noche, luce del color de la sangre.

Se especula que la Tierra podría haberse inclinado algunos grados. No sabemos cuántos. Pero, cabe recordar, que con el potente terremoto de 9 grados en la escala de Richter que sufrió Japón el 11 de marzo de 2011, el planeta sufrió una inclinación de 15 centímetros. Y aún se sigue viviendo réplicas tan fuertes como el primer terremoto, por lo que cuesta hacerse una idea en este sentido.

Se especula, igualmente, que las cinco capas tectónicas de la tierra deben estar desplazándose irregularmente, puesto que esa sería una de las razones para que, prácticamente todos los volcanes de la Tierra, hayan entrado en erupción al mismo tiempo.

El día se hizo noche…

Luego de que la población nipona “asimilara” el desastre, los relojes “se detuvieron”. La luz solar siguió iluminando sus cielos las siguientes horas y días. Tan sólo, tras iniciarse el cuarto día, el sol empezó a “moverse”. Las sombras, que permanecían quietas, de pronto se trasladaron unos pocos centímetros sobre la superficie, dando origen a una “extraña fiesta” en medio del desastre, ya que esto les devolvía la esperanza, pues reinaba el desconsuelo y muchos temían que el final del mundo había llegado.

Sin embargo, no duro mucho esa alegría. De pronto, el día se hizo noche, a pesar que el sol seguía brillando sobre nuestras cabezas. Se le podía observar a duras penas. Un grupo de refugiados dijo haber escuchado a través de sus radios que se trataba de las cenizas producidas por el estallido del supervolcán Yellowstone; que, lentamente, iban impidiendo que la luz solar llegara hasta la superficie.

De confirmarse ese hecho, las temperaturas alrededor del planeta descenderían drásticamente muy pronto. Durante más de un año, las cenizas se mantendrían en la estratosfera terrestre, circundando el globo, tras haber sido arrojadas con extremada furia hacia el espacio. Un hecho que nos hizo caer en cuenta que, ahora mismo, el territorio de los Estados Unidos debía estar devastado y, el continente americano, partido en dos, debido a la temida falla de San Andrés, ubicada al sur de California.

Eso, sin mencionar que de acuerdo a los científicos, se detendría la fotosíntesis de todas las plantas. Lo que conllevaría a la muerte de toda vida vegetal en poco más de dos meses y, por consiguiente, la extinción de la vida animal en todo el planeta en muy corto tiempo.

¡Desastre nuclear!

Pocos días después del desastre comenzó a llover. Mucha gente trató de almacenar agua, pero la lluvia que caía era sucia. Manchaba la ropa y causaba gran picazón en la piel. Fue entonces cuando todos empezaron a buscar refugio, debido al probable desastre nuclear del cual los japoneses ya estaban advertidos y que, por razones obvias, no había nadie ya que lo controlara: Las inestables estructuras de la planta nuclear de Fukushima habían colapsado, dejado escapar todo su material radioactivo a la atmósfera.

¡Dios santo esto es un pandemonio!, ¿Podría estar pasando algo similar en otras plantas nucleares del mundo? No sabemos nada…

Una enorme inquietud e ignorancia nos rodea, ya que no tenemos conocimiento de lo que ha sucedido en el resto del mundo. No hay Internet, ni tenemos electricidad. La comida se está acabando y el agua, ese líquido tan preciado, escasea. Hemos tenido, incluso, que compartir parte de nuestras provisiones con niños abandonados que nos pedían un poco de pan y agua.

Las medicinas se han convertido en algo tan preciado como el oro. Se estima que en cualquier momento pueda surgir una epidemia de cólera o disentería por la falta de higiene y por la pestilencia que viene de entre los escombros. A pesar que, algunas personas, se han organizado para enterrar a los cadáveres.

El mayor problema para realizar los enterramientos, además de que se debe tener valor para respirar esa putrefacta hediondez, es que casi no hay tierra al descubierto para hacerlo. Todo son escombros, compuesto de madera y cemento, provocando que en algunos casos los cuerpos sólo sean cubiertos y “empaquetados”, con algunas frazadas y cuerdas. Aunque es un gran problema el incalculable número de cuervos que van dejando cadáveres al descubierto, para comérselos. Todo resulta surrealista y grotesco.

Buscando comida

La mortandad, vista desde donde redactamos esta nota, es grande. Son más los muertos que hemos visto, que los que han sobrevivido al primer desastre, y al parecer esto no tiene visos de acabar. Repetimos, no hay autoridad alguna, hay ciudadanos que están intentando organizarse, sin embargo, algo que siempre ha destacado en los japoneses, su orden y respeto, ahora ha pasado ha brillar por su ausencia.

Hemos sufrido algunos robos, sobretodo de comida. Las personas entran en las derruidas casas para encontrar algo que llevarse a la boca. Sin embargo, muchos salen vomitando. La pestilencia que hay en el interior de algunas viviendas es insoportable, ya que hay familias enteras que han muerto durante el mega terremoto sufrido en un inicio y al cual, dicho sea de paso, le han sucedido incontables réplicas. Tan seguidas, las unas de las otras, que es imposible reconocer cuando termina una y empieza la otra.

Vivimos la ley del más fuerte. Hemos visto a gente tomarse la justicia por sus propias manos. La civilización, esa que conocimos, va quedando atrás, dando paso a un mundo diferente. No podemos negar que en algún momento, paso por nuestras cabezas la idea de llamar a la “policía.” Pero, que idea tan ilusa. Los únicos interesados por estas muertes, son los cuervos, que desde hace días vienen disfrutando de su último gran festín.

Al parecer, se habría alguna forma de ley marcial, algo que nunca había sucedido en Japón. Ya que, en las “noches”, aunque ahora todo el día es prácticamente de noche, se escuchan tiros en la distancia. No sabemos quienes son los que están haciendo esos disparos, pues en Japón la población tiene prohibido el porte de armas. Suponemos, entonces, que se podría tratar de efectivos del ejército japonés que, extrañamente, había sometido a sus tropas a un “movimiento” descomunal, meses antes del desastre.

Quisiera seguir narrando todo lo que mis ojos me permiten ver. Esta, a pesar de la total devastación, es la oportunidad para un periodista como yo, para entregar la nota de su vida. Pero, existen dos problemas insalvables. Primero, que no hay a quién enviarle esa nota y, segundo, que se está acabando mi batería.

Después de un mes

Ha pasado poco más de un mes desde el impacto del asteroide. Hoy, es el día 20 de junio del año 2016. Llegamos a uno de los albergues que el gobierno Nipón preparó con vistas a la tragedia Hemos tenido mucha suerte en ingresar, pues el número de refugiados que son admitidos es limitado, principalmente, por la gran escasez de comida y agua. No alcanza para todos.

Las medicinas también escasean y en este refugio, en particular, hace tiempo que se acabaron. Algunas personas fallecen debido a simples infecciones, que luego se extienden por todo su cuerpo. Esa es la razón por la que hemos conseguido entrar. Ahora ocupamos los lugares dejados por éstos.

Por fin he podido recargar la batería de mi computadora portátil. Puedo seguir describiendo todo lo que hemos viviendo hasta la fecha. Hay una noticia que preocupa a los japoneses y, no sé qué creer. Necesito confirmar las fuentes, pero corre un fuerte rumor de que empezado una guerra entre varias naciones el día 16 de este mes. Al parecer, los rusos y los chinos habrían lanzado un ataque nucleares.

Mi hijo escuchó una radio en la que decían que los Estados Unidos habría sido barridos del mapa. Se habla de diez ciudades alcanzadas por las bombas y que, los rusos, habrían invadido su territorio, ingresando desde México con su poderoso ejercito terrestre, conformado principalmente por tanques de última generación,

Los mexicanos, al parecer, no habrían presentado ninguna oposición a las tropas de Putin. Pero, lo más preocupante, para nosotros en Japón, es que todo parecer indicar que el país ya habría sido atacado con al menos una bomba nuclear, en Okinawa, lugar donde los Estados Unidos mantenía una de las mayores fuerzas militares en el Pacífico.

El final de la potencia mundial

Estados Unidos conoció con dos años de anticipación el final que les aguardaba. No dijo nada a su población por evitar la anarquía, aunque se sospecha que fue para seguir moviendo su economía. Pues, de poner en sobre aviso a los suyos, lo más probable es que no se hubiera desatado ninguna anarquía, sino más bien, un éxodo masivo de su población. Hacia Europa, principalmente.

Europa conoció del inminente impacto de la roca espacial a finales del año pasado. Donde, poco después, a inicios del presente año, se convirtió en “vox populi”, y devino en la prohibición del ingreso de extranjeros a sus respectivas naciones. Sin mencionar la persecución abusiva e inhumana a que fueron sometidos los ilegales que residían en los países del viejo continente.

Se produjo un “cierre de puertas” para los nacionales de la primera potencia mundial. Es decir, los estadounidenses no podían viajar a Europa libremente, porque tenían vetado su ingreso. Aunque, la verdad sea dicha, ningún otro ciudadano del mundo, que no fuera europeo tenía las puertas abiertas.

Sucedió, igualmente, algo muy peculiar en toda América. México prohibió el ingreso libre de los ciudadanos estadounidenses en su territorio, solicitándoles el visado para su entrada, algo que a partir de ese momento se hizo muy difícil de conseguir para los “americanos”. Del mismo modo, Canadá cerró sus fronteras, finalmente a sus vecinos del sur, que quedaron acorralados en su propia nación, esperando el desastre.

Los pobres, jamás imaginaron que el desastre sería doble. Pues, tras la caída del asteroide, les tocaría volver a vivir un conflicto planetario: La “Tercera Guerra Mundial”. Sufrieron un ataque en dos etapas claramente diferenciadas. La primera, en la que fueron destruidas tres de las ciudades más emblemáticas. Y, la segunda, en que fueron abatidas otras siete, las más importantes.

El país se sumergió en la más completa de las anarquías. Tras los ataques, salio a la luz la verdad sobre la construcción masiva de búnkeres por parte de sus autoridades y los multimillonarios, algo que había llamado poderosamente la atención de la prensa mundial meses antes del holocausto. No fueron construidos a causa de la caída del asteroide, que fue lo que la mayoría terminó creyendo, sino para protegerse del holocausto nuclear que les aguardaba.

A las puertas del Nuevo Orden Mundial

Hoy, todos claman por algo o alguien que pueda poner paz en el mundo. Las economías de todos los países se vinieron abajo, incluyendo la de Japón. Sólo Rusia y China, cuyos actos posteriores hacen suponer que sabían de antemano lo que pasaría y tenían todo muy bien planeado, se mantienen firmes.

China, en especial, debido a su particular modelo productivo, a medio camino entre el comunismo y el capitalismo, se mantiene estable y, muy probablemente, el Yuan se convierta en la principal moneda del mundo. Aunque, de manera temporal, ya que es casi inminente la aparición de una “Moneda Única”.

De ser así, estaríamos bastante cerca de ver cumplido lo que vaticina el libro de Apocalipsis de la Biblia y la “tenebrosa marca de la bestia” que nos advierten sus textos...

¿Estaremos a las puertas de conocer al Anticristo?

¡Dios ayudamos!

Ricardo Salazar.

Periodista y siervo de Dios”.

Asteroide 2016 | Profecía | Ricardo Salazar
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