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NOTICIAS | RELIGION
Las leyendas en América narran las maravillas que realizó este hombre alto y barbado, con la piel blanca y ojos azules
Las leyendas en América narran las maravillas que realizó este hombre alto y barbado, con la piel blanca y ojos azules

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Siempre, ante un hecho oficial, existe al menos una versión paralela. Una narración que de “boca en boca” y, dependiendo de la importancia de la misma, puede llegar a convertirse en toda una gran leyenda.

Precisamente, lo que habría ocurrido con la supuesta presencia de Jesús en el continente americano, tras su pasión y resurrección.

Y es que, al parecer, éste podría haber convivido con un grupo de “elegidos” de ese continente: “Tengo otras ovejas que no son de este redil; a las que también debo reunir, y que oirán mi voz y serán un rebaño con un único pastor” (Juan 10:16).

Palabras de Jesús, que se cumplirían con su presencia literal entre el pueblo nefita. Hechos, que están plasmados en una versión oficial, registrada en el Libro de Mormón.

Las versiones paralelas se encuentran esparcidas por toda América, contadas como leyendas que han traspasado la barrera del tiempo, transmitiéndose de generación en generación.

Muchos estudiosos, hacen mención a la aparición de un “ser” muy especial, que habría vivido en la misma época mencionada en el Libro de Mormón. El mismo, habría actuado de una forma idéntica a la que actuó Jesús. Y, al igual que éste, también anunció su futuro regreso.

Tantas, son las similitudes existentes entre la doctrina de Quetzalcóatl y la del propio Jesucristo, que llevaron a muchos sacerdotes de la Madre Patria a pensar que esta deidad americana bien podía haber sido uno de los doce apóstoles originales.

De hecho, las correspondencias eran tan comúnmente reconocidas, que se dice que muchos nativos se convertían al cristianismo con relativamente poco esfuerzo, debido a las similitudes entre su religión y la de los cristianos.

Como señalaba el antropólogo norteamericano C. Scott Littleton (1933-2010): “La velocidad con la que muchos pueblos mesoamericanos se convirtieron al cristianismo tuvo mucho que ver con Quetzalcóatl”.

Muchos indígenas se convirtieron porque identificaron a Cortés con su dios, y creyeron que los nuevos rituales que los misioneros españoles habían traído consigo eran otra forma de sus mismas prácticas para adorar a Quetzalcóatl. Un proceso se vio favorecido por la semejanza entre los misioneros españoles y los sacerdotes aztecas de Tenochtitlan, ya que ambos vestían largas capas negras.

Otros, simplemente se convirtieron porque identificaron a Cristo con Quetzalcóatl. Ambas figuras tenían un mensaje de paz y, además, el mito del descenso de Quetzalcóatl al inframundo a fin de hallar los huesos con los que crearía una futura raza humana, y el uso de su propia sangre para traer a la vida a esos huesos, tenía paralelo con la historia de la crucifixión, muerte y resurrección de Cristo.

Este ser, llamado “Quetzalcóatl” por los Aztecas, “Viracocha” por los Incas, “Kukulcán” por los Mayas, “Gucumatz” en Centroamérica, “Votan” en Palenque, y “Zamna” en Izamal, es conocido en toda América, por diferentes pueblos y culturas. En algunos lugares, con diferentes nombres, pero en todos se narran las maravillas que el mismo realizó y lo describen como un hombre alto y barbado, con la piel blanca y hermosos ojos azules esmeralda.

Una similitud física que, curiosamente, no existe únicamente entre estos, también se da con Buda. El “verdadero” Buda, es representado como un hombre barbado muy delgado, de tez muy clara. Y, no está de más, decir que la doctrina de Buda y de Cristo es casi la misma, predican el bien como el camino para alcanzar la máxima realización.

Fray Juan de Torquemada, el misionero franciscano, que recolectaba tradiciones sobre Quetzalcóatl entre los nativos del México antiguo, escribió: “Quetzalcóatl tenía el cabello rubio, y llevaba un traje negro cosido con pequeñas cruces rojas”.

Por tanto, no debe sorprender que en aquellas regiones se adorara a un dios blanco y barbado, desde el primer siglo AC, conocido como Quetzalcóatl, “Serpiente Emplumada”. Se han escrito numerosos libros en los últimos dos siglos, sugiriendo la posibilidad de que este “Dios Serpiente”, pudiera haber sido el propio Jesús.

Una creencia que ha llegado hasta hoy. Los estudiosos de la Iglesia de los Santos de los Últimos Días, por ejemplo, creen que Quetzalcóatl era Jesucristo. De hecho, existen tres referencias en el Libro de Mormón que asimilan el símbolo de la serpiente haciendo referencia a Cristo, 1 Nefi 17:41, 2 Nefi 25:50 y Helamán 8:1315.

Sin embargo, debido a la asociación de Quetzalcóatl, “la serpiente emplumada”,  con  el “Culto de la Serpiente”, son muchos los cristianos que piensan que esta asociación es obligadamente incompatible con la adoración a Jesucristo.

El famoso templo de Quetzalcóatl, construido entre el año 150 y el 400 AC, que es la expresión más visual de la adoración de este dios, está recubierto con una profusión de serpientes, ordenadas simétricamente.

Acompañan a las cabezas de serpientes que adornan el templo, una abundante cantidad de simbólicas conchas que, normalmente, se asocian con Quetzalcóatl y la posible representación de un renacimiento espiritual. Y, curiosamente, una “cruz” tallada suele representarse en el pecho del mismo.

En una representación del código maya, conocido como el “Códice Dresde”, se observa a una persona adulta saliendo de una concha sumergida en las aguas, mientras un dios sentado sobre estas detiene a una serpiente. Estas y otras representaciones de ancianos saliendo de conchas, sugieren el concierto entre la espiritualidad y el bautismo (Sejourne 1956, 1962).

Bernardino de Sahagún registró varios episodios de bautismos, llevados a cabo por creyentes de Quetzalcóatl, poco después de la conquista de México. En uno de ellos el oficiante habría dicho: “Ahora él vive otra vez y es nacido otra vez, una vez más él es purificado y limpiado…” (Sahagún 1956, II, 207).

Otro relato cita al sacerdote diciendo: “Cuando fuiste creado y mandado aquí, tu padre y madre, Quetzalcóatl, te hizo como una piedra preciosa. Pero, por tu propia voluntad y albedrío te manchaste y ahora has confesado, has descubierto y manifestado todos tus pecados a nuestro señor, Dios, que lava y purifica a todo pecador. Ahora, has nacido de nuevo. Ahora comienzas a vivir y nuestro señor, Dios, te da luz y un nuevo sol…” (Sejourne, 1956, 56 citando a Sahagún).

¡La similitud entre esta cita y el cristianismo no deja de ser algo verdaderamente sorprendente!

Por otra parte, si los Nefitas tuvieron ceremonias del Templo, no reportadas en el Libro de Mormón, Teotihuacán fue el lugar más indicado para haberlas practicado. Quizá 4 Nefi 27 se refiere a recomendaciones para el templo.

Y, todo parece indicar, que si el cristianismo en realidad fue traído alguna vez al Nuevo Mundo por Cristo, este de seguro se habría enseñado en Teotihuacán.

La palabra misma Teotihuacán significa “Ciudad de los Dioses”, Sejourne (1956, p. 136) hizo una afirmación fascinante a este respecto: “Lejos de sugerir una gran creencia politeísta, el término Teotihuacán evoca la idea de la humildad divina y muestra que la ciudad de los dioses era ese mismo lugar donde la serpiente aprendió milagrosamente a volar; o sea donde el individuo, a través del crecimiento interior, alcanza la categoría de un ser celestial”.

El hallazgo de una ciudad con grandes templos donde el hombre aprendió a superarse y ganar exaltación no debe sorprender. El desarrollo de Teotihuacán ocurrió exactamente cuando el Libro de Mormón dice que había mucha rectitud y paz.

Eso sugiere una doctrina que no es familiar para casi nadie en el mundo cristiano hoy en día, pero sí estrechamente consistente con los escritos del apóstol Pablo en la santa Biblia: “El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios”. “Y como hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, junto a quien debemos padecer y junto a quien ser glorificados. Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que a nosotros ha de manifestarse” (Romanos 8:16-1).

Una doctrina, que también es mencionada por el apóstol Juan. “Aquel que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo” (Apocalipsis 21:7).

El Libro de Mormón no describe esa doctrina directamente, pero hace referencia a ella. Eso, no es sorprendente, ya que el mismo Mormón dijo: “Y ahora bien, no puede escribirse en este libro ni la centésima parte de las cosas que Jesús verdaderamente enseñó al pueblo... Y cuando hayan recibido esto, que conviene que obtengan primero para probar su fe, y si sucede que creen estas cosas, entonces les serán manifestadas las cosas mayores” (3 Nefi 26:6-9).

Quizá los motivos para construir la “Pirámide del Sol” eran similares a los de los mormones de Nauvoo quienes se sacrificaron para construir un gran templo donde podrían recibir la “investidura” de llaves, señas, y conocimiento necesarios para ganar la exaltación. Como fue el caso en Nauvoo, la gran pirámide de Teotihuacán requería un gran nivel de organización y de mano de obra.

Más de un millón de metros cúbicos de tierra rellenan la parte interior de la pirámide. Mide 222 por 225 metros en su base y 63 metros de altura y, su propósito, totalmente distinto al de las pirámides de Egipto.

La idea era el levantar un templo muy por encima de las cosas mundanas. Y, aunque fue destruido hace ya mucho tiempo, indudablemente fue el lugar más sagrado de la ciudad y el lugar donde las más sagradas ceremonias se llevaban a cabo.

Las evidencias nos indican que la pirámide y el templo fueron construidos entre los años 150 y 200 DC (Milton, 1961b). Quizá nunca sabremos si la pirámide del sol y las estructuras alrededor de la Calzada de los Muertos formaron parte de una adoración verdadera a Cristo, o si representan más bien el comienzo de la apostasía.

De acuerdo con el gran arqueólogo mesoamericano, Ignacio Bernal, Teotihuacán sufrió dos grandes caídas.

La primera, se indica a través de la interrupción de varias construcciones y el abandono del lugar como recinto ceremonial cerca del 300 DC, convirtiéndose en una especie de gigantesco mercado. El tráfico de una enorme cantidad de productos comerciales trajo la fama a la sociedad de Teotihuacán.

Y una segunda, sucedida unos 350 o 450 años después, que representaría la caída “definitiva” de la ciudad (Bernal 1965: 2:2735).

Dentro del contexto de las tradiciones que se han heredado hasta hoy, concernientes a la religión practicada en Teotihuacán, hay muchos otros elementos que reflejarían verdades básicas, que habrían sido difundidas por Joseph Smith.

Del Código Matritense viene esta tradición que concierne a Teotihuacán:

 

Cuando aún era de noche, cuando aún no era de día, cuando aún no había luz, se reunieron… Los Dioses se convocaron ahí, en Teotihuacán. Hablaron entre sí… ¡Vengan aquí oh Dioses! ¿Quién se encargará? ¿Quién velará para que haya días? ¿Para que haya luz?


La descripción de la “creación” que esta leyenda presenta es muy significativa. En este gran concilio, se decidiría quien sería el creador. Dos dioses ofrecieron crear la luz para el mundo tirándose al fuego a sí mismos, para ser transformados en el Sol.

El primer dios era arrogante, pero “…cuando el momento del sacrificio llegó, el dios arrogante, quien era el primero, intentó cuatro veces pero no tuvo el valor de hacerlo, fue así que perdió su oportunidad de convertirse en el Sol”. Después fue el turno del dios humilde. “Él cerró sus ojos y se tiró al fuego hasta ser consumido, siendo su destino ser transformado en el Sol de esta, la quinta era” (León-Portilla, 1964:23).

Algunos autores de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, han observado paralelismos cristianos en la figura de Quetzalcóatl. Al menos, algunos de estos paralelismos probablemente fueron impuestos por fuentes secundarias que también buscaban una conexión cristiana con el mito nativo.

Quetzalcóatl juega un rol menor, si los hay, en la apología moderna de esa Iglesia. Y, aunque a algunos miembros les gusta asociar al mismo con Jesucristo, a modo de elemento clave para “conservar la fe de la Iglesia”, la realidad es que Quetzalcóatl raras veces se menciona en sus tradiciones.

La leyenda de Quetzalcóatl es vista como un elemento que corroboraría el Libro de Mormón, pero de ninguna manera como un elemento fundamental en sus creencias. La asociación es meramente anecdótica, ya que incluso los más críticos coinciden en que ciertos elementos de la leyenda son consistentes con las enseñanzas contenidas en sus páginas.

El estudioso mormón, Jimmy Guerrero Reynoso, cita al popular maestro y conferenciante, Joseph Allen, autor del libro “Exploring the lands of the book of Mormon”, al realizar una comparación entre Cristo y Quetzalcóatl basándose en el Libro de Mormón y las publicaciones de conocidos arqueólogos no mormones.

Estas, son las principales similitudes que señala:

 

- Cristo y Quetzalcóatl nacieron de mujeres vírgenes (Alma 7:10, Gamiz 95)

- A ambos se les describe como hombres de tez muy blanca, que vestían ropas de color blanco (3 Nefi 1:8, Torquemada 47)

- Quetzalcóatl, al igual que Cristo llevó a cabo milagros y sanidades (3 Nefi 26:15, Sejourne 137,137)

- Ambos enseñaron la ordenanza del bautismo (3 Nefi 11:23, Irwin 1963:170)

- Tanto Cristo como Quetzalcóatl profetizaron sobre el futuro.

- Cristo y Quetzalcóatl están consideradas deidades universales y no únicamente locales (3 Nefi 16:1, Sejourne 1962)

- Una gran destrucción fue asociada a la aparición de ambos, exactamente en el mismo periodo de la historia (3 Nefi 8:5, Ixtlilxochitl: 40)

- La cruz fue un símbolo asociado tanto con Cristo como con Quetzalcóatl (3 Nefi 27:14, Irwin 1963: 165)

- Ambos enviaron discípulos a predicar por el mundo (3 Nefi 12:1, Wirth 1978:55)

- Tanto Cristo como Quetzalcóatl prometieron que regresarían una segunda vez (2Nefi 6:14, Sahagún 1:40)

- Los dos fueron asociados con la aparición de una nueva estrella (3 Nefi1:21, anales de Cauchtitlan 7)


El crítico Richard Abanes afirma que las similitudes en la comparación de Quetzalcóatl con Jesús son “menores”, mientras continúa señalando “que los apologistas de la Iglesia mormona tienden a obviar algunos aspectos adicionales de Quetzalcóatl, que no parecen muy coherentes con Jesucristo”.

Los siguientes, son los principales aspectos de la leyenda de Quetzalcóatl obviados por los mismos:

 

- La Adoración de la Serpiente

- Sacrificios humanos hechos para Quetzalcóatl

- Hermano gemelo de Quetzalcóatl, Xolotl


Sin embargo, los más críticos no deberían actuar como si la asociación de una “serpiente” con Cristo fuera algo completamente ajeno o extraño a la tradición cristiana. Sin duda, la serpiente de bronce colocada en un cayado levantado por Moisés, tiene algunos enlaces simbólicos con la historia de Jesús.

Wallace E. Hunt Jr. enumera los siguientes elementos, todos procedentes de fuentes ajenas a la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días:

 

- Quetzalcóatl, es el creador de la vida.

- Quetzalcóatl enseña la virtud.

- Quetzalcóatl, es el Señor más grande de todos.

- Quetzalcóatl tenia una “barba larga y las características de un hombre blanco”.

- Los mesoamericanos creían que Quetzalcóatl regresaría.


La arqueóloga, Lucille Taylor Hansen, de la Universidad de Stanford, Estados Unidos, tras haber pasado entre ellos más de treinta años, fue toda una autoridad en el estudio de las distintas etnias indígenas del Norte y el Sur de América.

Taylor realizó una correlación de leyendas de muchas tribus diferentes de todo el continente, consultando museos, bibliotecas y expertos en folclore de numerosos países. Además, de contar con el respaldo de haber realizado una gran cantidad de excavaciones, documentando cada uno de sus descubrimientos, que recopiló celosamente por más de 25 años.

“Todas las leyendas coinciden que sobre el continente americano, hace ya 2000 años, un hombre blanco apareció entre los indígenas, enseñándoles un mensaje lleno de amor y paz”, comentaba en su libro “Caminando en las Américas”.

“El mismo, que llevó a cabo impresionantes milagros, sanó enfermos y resucitó muertos, predicaba unas enseñanzas muy similares a las que en su momento predicó Jesús y, al igual que éste, se marchó prometiendo regresar un día”, decía.

Solía comentar que sólo pretendía que la información que publicaba sirviere para que cada quien analizará las leyendas por sí mismo. Para que cada quien determinase, desde su propio corazón, si este profeta de las américas había sido realmente Jesús.

Y solía citar una de esas leyendas, narrada por el jefe de los Chippewa:

 

“Era barbado y pálido, sin duda, un hombre blanco. Sus ojos eran de un color gris verdoso. Como el agua, que aunque verde, va variando su color. Vino a nosotros un día, al amanecer, y la luz le acarició el cabello con el brillo del oro, y el rojo. Hasta que brilló como el cobre recién extraído.

Sin embargo, no era como los demás hombres de su pueblo. Éste, era un dios. Con un alma de gran estatura. Si tocaba a un hombre malherido, éste de inmediato era sanado.

Sus ropas eran muy largas y blancas, hasta el ruedo, que escondía sus sandalias doradas. Todo el mundo quería hacerle ropa nueva, porque entonces dejaría atrás la vieja que, como todo lo que tocaba, seguramente estarían encantadas con sus potestades, como el poder de curación.

Vino solo. Organizó las iglesias, Cambio los templos y enseñó el sacerdocio. Algunos dicen que hasta les enseñó un lenguaje secreto, con ciertos signos de saludo. No lo sé...”


Para finalizar, debemos considerar que, desgraciadamente, las tradiciones y las leyendas de este dios de la antigüedad han sido entremezcladas con las leyendas de la vida de Ce Acatl Topiltzin Quetzalcóatl, último rey de Tula, en el siglo diez, que abandonó la ciudad con una comitiva de seguidores para viajar a la costa del golfo, prometiendo volver tras su gesta.

Hoy, son muchos los historiadores que creen que éste siguió hasta Yucatán, donde se apoderó de ciudades como Chichen Itzá.

Pero, todas las tradiciones de Quetzalcóatl, anteceden a este héroe histórico verídico, por lo que podrían relacionarse muy “atinadamente” con el único Dios “verdadero” en quien nosotros creemos: Jesucristo.

Batalla de los Dioses: Quetzalcóatl
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