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La descripción bíblica de la “Estrella de Belén”, ¿es sólo una ficción piadosa o contiene algo de verdad astronómica?
La descripción bíblica de la “Estrella de Belén”, ¿es sólo una ficción piadosa o contiene algo de verdad astronómica?

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Millones de brillantes estrellas, son colocadas durante estos días, en lo alto de los árboles de Navidad de los hogares de cristianos, alrededor de todo el mundo. Al mismo tiempo, que los fieles entonan villancicos, sobre la maravillosa estrella que guió a los Reyes Magos hasta un pesebre, en la pequeña ciudad de Belén, donde nació Jesús.

Todo ello, en conmemoración de la “Estrella de Belén”, descrita en el Nuevo Testamento, por el apóstol Mateo. Pero, esa descripción bíblica de la estrella, ¿es acaso simplemente una ficción piadosa o contiene algo de verdad astronómica?

Los tres Reyes Magos, guiados por esa “estrella de oriente”, hicieron un alto en el camino, en Jerusalén. Allí, dieron a conocer al rey Herodes, la profecía sobre el nacimiento de un nuevo soberano, destinado a dirigir al pueblo de Israel.

Herodes, visiblemente preocupado, le preguntó a aquellos sabios todo cuánto pudo sobre la aparición de tal estrella, ya que ni él, ni los miembros de su corte, tenían conocimiento de la aparición de tan peculiar astro en el firmamento.

Es así, con esta serie de eventos tan particulares, como se nos presenta nuestro primer enigma astronómico, en referencia a esa primera Navidad: ¿Cómo podían los sabios, de un rey tan poderoso como Herodes, estar desinformados sobre una estrella tan brillante y obvia, que había llevado a aquellos distinguidos magos hasta la ciudad de Jerusalén?

A continuación, en su viaje, y con el fin de llegar hasta Belén, los sabios debieron dirigirse directamente hacia el sur; de alguna manera, la “estrella de oriente” iba por delante de ellos, como guiándoles, hasta detener su camino sobre el lugar exacto donde se hallaban José y María, junto al niño Jesús.

Y he aquí, nuestro segundo enigma astronómico, en referencia a la primera Navidad: ¿Cómo pudo una estrella de “oriente” guiar a nuestros sabios hacia el sur?

La estrella polar, ayuda a los excursionistas perdidos a encontrar el norte. Por lo que, ¿no debería una estrella de “oriente” haber guiado a aquellos hombres sabios hacia el este?

Pero, aún nos queda un tercer enigma, en referencia a la primera Navidad de la historia: ¿Cómo pudo la estrella descrita por Mateo moverse “delante de ellos”, y luego detenerse y permanecer sobre el pesebre en Belén, en cuyo interior supuestamente se hallaba el niño Jesús?

¿Qué podía ser aquella extraña “estrella de oriente”?

El pequeño astrónomo que llevamos dentro, sabe que ninguna estrella puede hacer ese tipo de cosas, ni las puede hacer un cometa, ni un planeta, ni una supernova, ni una conjunción de planetas o cualquier otro objeto real que brille en el firmamento nocturno.

Entonces, podríamos afirmar que las palabras de Mateo describen un milagro, algo más allá de las leyes de la física. Pero, Mateo, eligió cuidadosamente sus palabras y escribió “estrella de oriente” en dos ocasiones. Lo que sugiere que podría estar dotando a estas palabras de un significado importante para sus lectores.

Dadas las pistas astrológicas incrustadas en su evangelio, el apóstol debió pensar que la historia de la “Estrella de Belén” sería una evidencia más que convincente para muchos de sus seguidores.

¿Podríamos entonces encontrar otra explicación, acorde a las palabras de Mateo, y que no requiera que las leyes de la física sean trasgredidas y que tengan algo que ver con la astronomía?

La respuesta, sorprendentemente, es “SI”.

El astrónomo, Michael Molnar, señala que la frase “de oriente”, tal y como aparece en la traducción al castellano de la Biblia, podría también ser leída como “del este”, como usualmente aparece en las traducciones de la misma a otros idiomas, y que es una traducción literal de la frase griega “en anatole te”, que era un término técnico utilizado en la astrología matemática griega de hace 2.000 años.

El mismo, describiría, muy específicamente, a un planeta que se eleva por encima del horizonte, al este, justo antes de que aparezca el sol. Y que, casi de inmediato,  desaparece en el brillante resplandor del sol, que se asoma en el cielo mañanero. Excepto, por ese breve momento, nadie puede volver a ver esa estrella al este del firmamento.

Prácticamente, todas las estrellas permanecen fijas en su lugar; las estrellas salen y se ocultan cada noche, pero no se mueven las unas con respecto a las otras.

Las estrellas en la Osa Mayor aparecen, año tras año, siempre en el mismo lugar. Pero los planetas, el sol y la luna deambulan entre las estrellas, que se mantienen fijas en el firmamento, viajando a diferentes velocidades. Algo, que a menudo hace que se superpongan unos sobre otros.

Cuando el sol se superpone sobre un planeta, no podemos ver ese planeta, pero cuando el sol se desplaza lo suficiente, el planeta vuelve a aparecer.

Ahora, necesitamos un poco de conocimientos de astrología. Ese momento, cuando el planeta vuelve a reaparecer por primera vez y se eleva en el cielo de la mañana sólo unos breves instantes antes que el sol, por primera vez en muchos meses, es conocido por los astrólogos como “elevación helicoidal”. Un amanecer helicoidal. Esa primera reaparición especial de un planeta, es a lo que se refiere el término “en anatole te” en la astrología griega clásica.

En particular, la reaparición de un planeta, como Júpiter, fue considerado por los astrólogos griegos algo simbólicamente importante para cualquier persona nacida en ese día.

Por tanto, la “estrella de oriente”, se refiere a un acontecimiento astronómico con un supuesto significado astrológico, en el contexto de la antigua astrología griega.

Pero, ¿cómo explicamos entonces la estrella suspendida justo encima del primer “crèche”? Pues, también eso tiene explicación. Existe, un momento particular, cuando un planeta pareciera detener su movimiento y que, aparentemente, cambia de dirección, del oeste hacia el este.

Esto ocurre cuando la Tierra, que orbita alrededor del Sol más rápidamente que Marte, Júpiter o Saturno, sobrepasa en su movimiento de traslación a cualquiera de estos planetas.

En conjunto, esa rara combinación de eventos astrológicos, habría sugerido a los antiguos astrólogos griegos un horóscopo real y, por tanto, un nacimiento real.

Los Magos descritos por Mateo, en realidad emprendieron un viaje en busca de un rey recién nacido. Pero, la brillante estrella no los guió. Sólo les dijo cuándo llevarlo a cabo.

Y ellos, no habrían encontrado un bebé envuelto en un pesebre. Después de todo, el bebé ya tendría unos ocho meses de edad para el momento en que los mismos lograron decodificar el mensaje astrológico que creyeron, predecía el nacimiento de un futuro rey.

El portento comenzó el 17 de abril del año 6 antes de Cristo, con la elevación heliaca de Júpiter en el cielo matinal, seguido, al mediodía, por su ocultación lunar en la constelación de Aries.

Duró hasta el 19 de diciembre de ese mismo año, cuando Júpiter dejó de moverse hacia el oeste, deteniendo brevemente su caminar, para continuar luego su desplazamiento hacia el este, en contraste con el fondo de estrellas fijas.

Un detalle final: Cuando aquellos Magos, finalmente alcanzaron llegar a Belén, el niño Jesús ya no sería, probablemente, el pequeño bebé que nos describe tan bellamente la tradición cristiana.

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