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Una tendencia falsa a la que se sumaron millones de usuarios de las redes sociales en todo el mundo
Una tendencia falsa a la que se sumaron millones de usuarios de las redes sociales en todo el mundo

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Quizá nunca hayas oído hablar de “4chan”, pero esta comunidad virtual ha tenido impacto en tu vida a través de sus bromas virales.

Aunque algunos les consideran sólo unos cachondos hackers que, entre otras acciones, resucitaron la carrera de Rick Astley brevemente, muchas de las operaciones orquestadas desde la misma tienen bastante de denuncia social y de lucha contra el sistema. No en vano, aquí nació la comunidad “Anonymous”, en 2008.

El último ejemplo de sus acciones ha dado la vuelta al mundo. Se trata del popular hashtag #bikinibridge, que hace alusión a cuando una mujer está tan delgada que, entre los huesos de su cadera, la braguita del bikini forma un puente sobre el vientre cóncavo.

Un usuario de uno de los foros de 4chan propuso la idea de inventar y tratar de viralizar dicha tendencia. De crear el hashtag y llegar a convertirlo en trending topic, difundiéndolo a través de las redes sociales, incluso mediante la creación de “fakes” de cuentas de “celebrities” alabando el “bikini bridge” o “puente del bikini”.

E, inmediatamente, inventar la réplica. Es decir, un cumulo de respuestas falsas indignadas con una tendencia que ni siquiera existe. Y consiguieron su propósito, muchos medios se hicieron eco de la peligrosa moda, hasta que se descubrió el origen y se acabó el #bikinibridge, ¿o no?

Esta bromita demuestra que no hace falta ser Orson Welles para conseguir que la gente crea una información falsa, basta con desperdigar la misma información en un sin fin de webs, aprovechando lo que la neurociencia llama “amnesia de la fuente”, el típico “no sé dónde he leído que…”, y la enorme capacidad que tienen las redes sociales, a semejanza de las redes neuronales, de propagar ruido y extenderlo sin ninguna clase de control por todo Internet.

Y además, es creíble: sería sólo la enésima etiqueta enfermiza del fenómeno “thinspiration”, que surge de la fusión de las palabras, en inglés, thin e inspiration, delgado e inspiración. El bikini bridge, término que existe al menos desde 2009, es algo que presentan las mujeres muy delgadas y, por tanto, una malsana aspiración que millones de otras féminas quisieran ver en su anatomía. Como el “thigh gap” o “hueco entre los muslos” que tienen algunas celebrities, que causó furor en 2013, hasta el punto de que, en una conocida clínica estética londinense, aumentó en un 240% la demanda de una intervención que elimina la grasa de la parte interna de los muslos.

Existen también otras tendencias, como las “hotdog legs” o “piernas salchicha”, uno de los memes estrella del verano pasado, fotos en las que sólo se ven los muslos de la autorretratada, tan delgados y uniformes que puedan parecer salchichas. O como el “belfie”, es decir, un “selfie” del trasero o bum, en inglés. Aunque, a diferencia de los anteriores, no es exclusivo de las mujeres excesivamente delgadas, como muestran las espectaculares curvas de Kim Kardashian, el mejor belfie de la historia.

La “thinspiration” o “thinspo” tiene muchas fórmulas. El uso de imágenes de mujeres muy delgadas como revulsivo motivacional para adelgazar es escalofriantemente habitual de las páginas “pro-ana”, en varios sitios en Internet, a la anorexia se le llama “ana” y, a quienes la padecen, “princesas”. Para que sus consejos y reflexiones sean más difíciles de rastrear, el 85 por ciento de ellas recurren a la thinspiration, incluso a la thinspiration inversa, es decir, imágenes de gente con sobrepeso para provocar rechazo, como forma de motivar para adelgazar cueste lo que cueste.

En las fotos, a veces planos de cuerpo entero, a veces partes concretas del mismo, como unas costillas marcadas o el propio thigh gap, pueden aparecen las propias princesas o las modelos y actrices a las que desean parecerse. La primera musa fue Kate Moss que, además, lanzó en una entrevista el lamentable lema que acompaña a muchas de sus fotos en sitios pro-ana: “Nada sabe tan bien como la delgadez”, le siguió Keira Knightley y, en la actualidad, sus referentes son Cara Delevigne y Alexa Chung.

¿Sería posible hacer un viral tan enfermizo como el del bikini bridge que aludiera a alguna parte de la anatomía masculina?, como denuncia en el Telegraph la escritora feminista Radhika Sanghani. ¿Hay algo parecido a la moda del thigh gap amenazando a la salud de los hombres? En las redes cuesta encontrar consejos masculinos para desafiar al hambre: en su caso, la presión está encaminada a que hagan ejercicio para unos abdominales “sixpack”.

Pero, el apremio a hacer deporte también está dirigido a mujeres: se llama “fitspiration” y, a priori, tiene connotaciones más positivas, aunque algunos especialistas en trastornos alimentarios no ven grandes diferencias entre fitspo y thinspo, ambos son formas de dotar de glamour a la delgadez y cosificar el cuerpo.

Para remarcar la diferencia, Antonia Eriksson, una joven sueca, ha creado una cuenta fitspo en Instagram en la que cuenta su evolución, desde su ingreso hospitalario por anorexia hasta su completa recuperación mediante tratamiento psicológico, una alimentación consciente y una actividad deportiva sana. “Las cuentas thinspo me afectaron cuando estaba enferma y, en cuanto empecé mi recuperación, las dejé por completo. Están hechas para hacer que las chicas se sienten muy mal con su cuerpo. Esas cuentas me “ayudaron” a casi morir de hambre y a enfermar”, escribe Eriksson, que ahora se dedica a publicar fotos de su recuperación, “pero lo hago con bastante cuidado de no hablar de mi cuerpo, sino de mi progreso. No hablo de calorías, sino de la cantidad de energía que ahora tengo”.

Son muy pocas las enfermas recuperadas que hacen como Eriksson. Muchas veces, sus testimonios, que se supone sirven para prevenir que otras personas caigan en un trastorno alimentario, tienen el efecto contrario y se leen en busca de trucos para adelgazar.

Y, lo que es peor aún, muchas escriben dándole a la enfermedad un cierto halo de misticismo que no tiene, como explica en el New Yorker, Alice Gregory. La escritora y crítica literaria, que sufrió trastornos alimentarios hace años, se queja de que la mayoría de los libros postanorexia lo que consiguen es que ésta sea una enfermedad que la gente desea tener, porque presentan a la anorexia como un estado de ascetismo espiritual del que sentirse orgullosa.

Gregory quiere acabar con ese mito y confiesa que le cuesta hablar de su trastorno no porque le deprima, sino porque le aburre, por lo soporífero que era dedicar su energía mental a contar calorías: “Cuando se trata de escribir sobre la anorexia, la única opción verdaderamente radical sería mostrar claramente lo profundamente aburrida que es dicha enfermedad”.

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