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La actitud policial también está resultando crucial a la hora de provocar el desencanto de la población
La actitud policial también está resultando crucial a la hora de provocar el desencanto de la población

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“Cada vez se ve más claramente la posibilidad de que se produzca una seria insurrección a medida que la situación económica empeora. Es el ingrediente mágico: Reduzca el nivel económico y tendrá graves disturbios civiles y revoluciones”, escribe.

Al hacer el pronóstico, el economista cita el ejemplo de las multas que les son impuestas a las personas que escudriñan entre los contenedores de basura en la búsqueda de algo que llevarse a la boca. Algo que está siendo perseguido activamente por las autoridades de ese país europeo, por desafiar una ordenanza municipal que criminaliza dicha acción.

Un ejemplo, que según Armstrong, demuestra que “las leyes en España se han convertido en una auténtica locura”.

Armstrong, que ya predijo con mucha exactitud varios eventos económicos destacables en su momento, como las acusadas caídas bursátiles del Lunes Negro en 1987 o el colapso financiero de Rusia en 1998, ahora afirma que la caída del sistema se deberá a su incapacidad de medir el nivel del enojo que están sintiendo actualmente los españoles hacia su gobierno.

Un ejemplo claro del enfado popular existente en España y otros lugares del mundo, lo pudimos ver el pasado 4 de noviembre, cuando se produjo una manifestación mundial llamada la “Marcha del Millón de Máscaras”.

En Washington DC, por ejemplo, un grupo de manifestantes que tapaban sus rostros con mascaras, irrumpió en la sede del FBI para hacer frente a un grupo de oficiales de la policía que protegían su acceso, generando una situación bastante tensa.

La actitud policial, según Armstrong, también está resultando crucial a la hora de provocar el desencanto de la población.

“¿Qué podemos decir de la actuación de la policía en los Estados Unidos? Se han convertido en unos matones con insignias que hacen cumplir cualquier ley que los políticos creen, por loca y absurda que ésta sea. Si un día los políticos crean una ley tipo Herodes y decretan que todo el mundo tiene que matar a su primogénito, ¿la policía también la hará cumplir ciegamente? Las fuerzas policiales ya no protegen a la gente. Lo que hacen, es proteger a los políticos de la población”

Como reseñó “Infowars” en agosto, el Ejército de los Estados Unidos se está preparando para posibles disturbios civiles en su territorio.

Un documento titulado “Técnicas del Ejército de EEUU: Disturbios Civiles” describe cómo deberían actuar las tropas para hacer frente a “multitudes rebeldes y violentas” y como sería “necesario sofocar los disturbios y restablecer el orden público”.

Quizás algunos dirán que todo esto es conspiranoia, pero se trata de una política que no se limita solamente a los Estados Unidos.

Como hemos visto esta pasada semana, en España también se está entrenando al ejército para reprimir manifestaciones populares, tal y como indicaba el diario Público: “La Policía Militar entrena a soldados para actuar como antidisturbios, ante la población civil. Militares de un regimiento acorazado, en Valencia, han sido instruidos durante dos semanas en ejercicios de “control de masas”, sin que se les explicara por qué tienen que recibir tal formación. En el cuartel se comenta que “según los mandos, hay que estar preparados para todo, y más en los tiempos que corren”

Pero, ¿por qué se entrena al ejército para reprimir a la población si no hay ningún tipo de disturbios, manifestaciones violentas ni actos terroristas en ningún lugar de España?

Sea para lo que sea, entrenar al ejército para reprimir a la población civil es algo inaudito en democracia y habla claramente del auténtico talante “democrático” que tienen gobiernos como el español o el norteamericano.

Y también nos indica que prevén algún tipo de estallido popular en un futuro no muy lejano. Algo que, incluso, podría superar las fronteras de muchos países.

Este pasado jueves 6 de noviembre, se vivieron graves disturbios en la ciudad de Bruselas, en una serie de manifestaciones contra las medidas de austeridad que congregaron a más de 100.000 personas.

“Los manifestantes volcaron coches y lanzaron adoquines y fuegos artificiales”, informaba la BBC al público británico.

“Los policías antidisturbios, armados con pistolas de pelotas de goma, porras y escudos, cargaron contra los manifestantes que volcaron contenedores de basura en llamas y levantaron barricadas improvisadas”, añade The New Zealand Herald.

Este descontento popular, que se extiende a una gran cantidad de países, se produce en medio de una crisis en la que la clase media occidental se está viendo esquilmada, mientras el 1% de la población, más favorecida, se hace cada vez más y más rica.

Una situación de crisis, en la que algunas autoridades parecen empeñadas en aumentar aún más el nivel de indignación y crispación de la población.

Es el caso de desvergonzados personajes como el gobernador del Banco Central de Canadá, Stephen Poloz, que aboga porque los jóvenes acepten trabajar gratis “hasta que la crisis termine”.

Por tanto, la posibilidad de un estallido popular en algún país occidental no es para nada desdeñable y estaría más que justificado. Como en una ruleta rusa, el tambor del revólver sigue girando y, tras varios intentos, aún no se ha producido el disparo fatal. Pero las probabilidades siguen aumentando día a día.

En España, el escenario esta servido. La población aguanta estoicamente mientras observa como una rancia “casta” de dirigentes políticos siguen derrochando el dinero público en amantes y “pequeños caprichos” personales. Y, lo que es más grave aún, como reciben el apoyo incondicional de su bancada política y del Presidente de un Gobierno, cada vez más, desacreditado y hundido en las encuestas.

Unas encuestas que, de la misma forma, señalan como posible ganador de las próximas elecciones generales, a una figura surgida a consecuencia del descontento y la desilusión. Apoyado por la gente, tanto de izquierdas como de derechas, y que ven en el arribo de una tercera fuerza política, la posible solución a la grave ola de corrupción que arrasa toda la geografía española.

Y, como para agregar más leña al fuego, las estrategias de descrédito y ataque contra la figura de “Podemos” y su líder político, Pablo Iglesias, tramadas desde las sedes de los partidos que conforman el moribundo bipartidismo, han surtido en la población española un efecto exactamente contrario al que se pretendía.

Una población que ha sabido interpretar el miedo de los viejos “politiqueros”, que no políticos, ante el posible cambio de los actores de la realidad sociopolítica en España, precisamente como eso: Miedo. Miedo a perder el poder, y con ello, perder las prebendas, beneficios y comisiones que les han enriquecido. Miedo a que las cosas cambien y a no poder seguir teniendo el control en sus manos.

Un pueblo que, al parecer, ya no quiere seguir dejándose engañar más. Que sabe que las cosas ya no pueden seguir como van y que empieza a demandar cambios positivos en favor de las mayorías. Unas mayorías empobrecidas, que están hartas de ver como cada día se acercan, más y más, a unas condiciones que dejaron atrás hace ya casi 50 años.

Un pueblo que ha visto como se han ido derrumbando todos los beneficios sociales que habían alcanzado sus padres y abuelos. Que han presenciado como sus salarios han retrocedido a unos niveles adquisitivos a los que jamás habían descendido y cómo su capacidad de consumo se ha derrumbado. Ni decir, su capacidad de ahorro.

Una población que está dispuesta a cambiar su forma de votar tras casi cuarenta años de democracia. A probar nuevos derroteros políticos, que puedan traer nuevos aires a la hoy triste realidad española. Total, nada puede ser peor de lo que ya tienen.

Todo esto, nos lleva a preguntarnos: ¿Qué sucedería si estallara una revolución en España? ¿Se convertiría en un ejemplo y se extendería como la pólvora a los países de su entorno? ¿Llegaría aún más lejos? ¿Se extendería a Latinoamérica?

Las voces de los poderosos ya empiezan a oírse. JP Morgan desaconseja la inversión en el bono español y la entidad británica, Barclays, ha puesto el grito en el cielo ante el actual panorama español. Los medios de comunicación de los Estados Unidos y Europa empiezan a evaluar la grave situación hacia la que se encaminaría la tierra de Cervantes. Ven con mucho recelo el surgimiento del “líder de la coleta”, llegando incluso a compararle con la mítica figura de otro “revolucionario” de larga cabellera: El Che Guevara.

La situación es preocupante. La pólvora ya esta regada, no sólo en España. Algo parecido se vislumbra para la otrora potencia norteamericana. Tanto, que este articulo bien podría servir para analizar la situación de ambas naciones. Bastaría con cambiar los nombres de los países y de sus autoridades.

Algunos multimillonarios ya empiezan a verle las orejas al lobo, tal es el caso del magnate Nick Hanauer y su “Carta Abierta de un Multimillonario:

“Tengo un mensaje para mis compañeros, asquerosamente ricos, para todos aquellos que vivimos encerrados en nuestras burbujas cerradas: ¡Despertad! ¡Esto no va a durar!

Las revoluciones, como las quiebras, se aproximan poco a poco, y estallan de repente. Un día, alguien se prende fuego a lo bonzo y de golpe, miles de personas inundan las calles y antes de que te des cuenta, el país entero está ardiendo por los cuatro costados.

Si la desigualdad sigue aumentando, como hasta ahora, esto va a acabar sucediendo. No seremos capaces de predecir cuándo y resultará terrible para todos.

¿Qué es lo que veo en nuestro futuro? Veo horcas. Se acercan las horcas, para nosotros… los plutócratas”.

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