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¿Existieron otro tipo de intereses en la desaparición del avión malasio aparte del piloto suicida o el ataque terrorista?
¿Existieron otro tipo de intereses en la desaparición del avión malasio aparte del piloto suicida o el ataque terrorista?

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Una enorme cantidad de preguntas surgen como consecuencia de la por demás extraña investigación, que de un día a otro, sin pruebas claramente visibles, dio por hecho la destrucción total de la aeronave y la muerte de todos los que en ella viajaban.

Pero, ¿hay una pieza que falta en el rompecabezas del caso del avión de Malaysia Airlines? ¿Existieron otro tipo de intereses en la desaparición del avión más que un piloto suicida o un ataque terrorista?

La investigación, fue realizada por una empresa británica y, los medios de comunicación internacionales, se hallan controlados por intereses que desconocemos.

Un dato destacado tan sólo por unos pocos medios a nivel mundial, fuera de las grandes agencias con sedes en Washington y Londres, fue el hecho de que cuatro altos ejecutivos chinos viajaban en el MH370.

Se trata de cuatro empleados de la empresa Freescale Semiconductor, de Austin, Texas. Una firma que pertenece al holding de empresas de la multinacional Blackstone, cuyo propietario es el famoso financista de Wall Street, el multimillonario Jacob Rothschild.

Los Rothschild son una dinastía de financistas y banqueros, fuertemente ligados a otros personajes como John D. Rockefeller o George Bush. Con base en Londres, pero con fuerte presencia en Wall Street y en toda Europa.

Son los impulsores del Nuevo Orden Mundial, iniciado con la creación del Sistema de Reserva Federal de los EEUU, y aparte de ser financistas de Monsanto y gran parte de la industria farmacéutica mundial, también están vinculados con los principales medios de comunicación global, como EFE, Agence France-Presse, Associated Press y Reuters, entre otras.

Cuatro días después que el boeing de Malaysia Airlines desapareciera, una patente de semiconductores fue aprobada por la oficina de patentes de EEUU.

La patente se divide al 20% entre cinco titulares. Una parte, pertenece a la propia empresa Freescale Semiconductor, de Rothschild. Las otras cuatro, entre los chinos Peidong Wang, Zhijun Chen, Zhijong Cheng y Li Ying, todos ellos de la ciudad de Suzhou y pasajeros del MH370.

Si un titular de la patente muere, entonces el resto de los titulares comparten en partes iguales los dividendos del fallecido, si no se disputa un testamento previo a su muerte. Si cuatro de los cinco titulares mueren, sus partes pasan al único que queda vivo. Por ende, el 100% de esta patente, aún desconocida, pasaría a pertenecer a Rothschild.

Sumado a esta casualidad, está el marco de una investigación que sólo puede catalogarse de “extraña”. Con satélites que pueden llegar a leer lo que dice un periódico en cualquier ciudad del mundo, pero que no pueden encontrar a una aeronave completa ni ninguna de sus partes o pasajeros.

Con pruebas avistadas por aeronaves chinas, pero que increíblemente no pueden ser encontradas por el mejor avión de patrulla marítima de los EEUU, ni por la búsqueda intensiva de una decena de países.

De repente, de un día para otro, el primer ministro malasio da la noticia que el avión se había estrellado y todos los que iban a bordo habían muerto. A los familiares de las víctimas, se les comunicó mediante un mensaje de texto escrito en inglés, de una forma muy irregular.

Los familiares de los que viajaban en el avión protagonizaron una marcha hacia la embajada de Malasia en Pekín y hacia las oficinas de la aerolínea, pidiendo “pruebas fehacientes” de la destrucción del avión y hasta en algunos casos diciendo “no creer” nada de lo que decían las autoridades.

Mientras tanto, lo único que queda del boeing de Malaysia Airlines son sólo interrogantes. Signos de interrogación en medio de un mar de dudas e hipótesis, ya descartadas por los grandes medios y los gobiernos occidentales, pero todavía presentes en los sentimientos de la gente.

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