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Con su muerte, desaparece uno de los grandes escritores del siglo XX, protagonista del “Boom Latinoamericano”
Con su muerte, desaparece uno de los grandes escritores del siglo XX, protagonista del “Boom Latinoamericano”

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Los grandes saben cuándo morirse, para así fastidiar a todo el mundo. Chávela Vargas dijo que lo haría en domingo para molestar y así fue. Gabriel García Márquez se rio de las beatas costumbres con las que creció en Colombia y hasta los pasos más recogidos de Jueves Santo se detuvieron durante un minuto para llorar la muerte del biógrafo de Latinoamérica, el hijo del telegrafista que dio forma de libro al sentir de todo un continente.

Porqué las lágrimas llegaban desde la Patagonia hasta Tijuana y desde San Ángel hasta Aracataca. Gabriel García Márquez será incinerado “en privado” y el lunes por la tarde se celebrará un homenaje en el Palacio de Bellas Artes, de la ciudad de México.

Con su muerte, desaparece uno de los grandes escritores del siglo XX. El narrador y periodista colombiano, ganador del Nobel en 1982, fue el creador de obras ya clásicas, como “Cien años de soledad”, “El amor en los tiempos del cólera”, “El coronel no tiene quien le escriba”, “El otoño del patriarca” y “Crónica de una muerte anunciada”.

Nació en Aracataca, el 6 de marzo de 1927, y fue el artífice de un territorio eterno llamado Macondo en el que conviven imaginación, realidad, mito, sueño y deseo. Con él, la literatura abrió rutas maravillosas. El Gabo, como se le conocía, fue uno de los protagonistas de la universalización de la novela hispanoamericana

Horas antes de que su entorno confirmara la noticia, un halo de muerte sobrevolaba ya su residencia. Decenas de periodistas se reunían frente a su puerta. Su mujer y sus hijos, esperaban en su interior el fatal desenlace. Finalmente, su entorno lo confirmó a través de Twitter. “Así es, ha muerto García Márquez”, dijo Roberto Perea, un funcionario del Ministerio de Cultura.

El presidente colombiano, Juan Manuel Santos aseguró que había muerto el colombiano más importante de todos los tiempos.

Apenas hace 8 días, el Gabo había dejado el hospital donde estuvo ingresado durante una semana por una infección pulmonar. Poco después se supo que, en realidad, no era un problema pulmonar sino un agravamiento del cáncer que lo aquejaba y que se había extendido por sus pulmones, ganglios e hígado y que estaba recibiendo cuidados paliativos en su casa. Tras la última recaída, su familia decidió no castigarlo más con agresivos tratamientos y darle sólo cuidados que aliviaran sus dolores.

“Yo vivo sólo para que me quieran más mis amigos”, solía decir, y éstos ahora se multiplican. Una de sus mejores amigas, Elena Poniatowska, Premio Cervantes, recordó a un Gabo dicharachero y bueno con quien compartió muchas horas de charlas y risas. “Nos queremos mucho desde antes de que le dieran el Nobel, porque es una persona muy tierna y sencilla, y cuando nos vemos siempre me pregunta cosas como si debo comprarme otro pantalón, si esta americana combina con esta camisa...” recuerda horas antes de conocerse la noticia.

Una amistad, que incluso le costó una exclusiva. Fue aquel día en que Vargas Llosa le dio un puñetazo en la cara al Gabo y Elena estaba delante. Pero mientras Ana Cecilia Treviño, la Bambi, editora del diario Excélsior, salió corriendo a enviar el texto, Elenita fue por un bistec crudo para bajarle la hinchazón. Le habían ganado la portada.

A México, García Márquez llegó huyendo del dictador colombiano Laureano Gómez y su sucesor, el general Gustavo Rojas Pinilla. Durante su exilio en la Ciudad de México empezó a escribir “Cien Años de Soledad”, en un estilo que demuestra la influencia del famoso escritor estadounidense William Faulkner. El escritor colombiano llevó a su esposa a vivir con su familia y en el D.F permaneció 18 meses, casi sin salir de la habitación de su apartamento, al que llamaba “la Cueva de la Mafia”.

Allí permaneció consumiendo seis paquetes diarios de cigarrillos. Las deudas se acumulaban y para resistir económicamente este largo período vendió su automóvil y casi todas sus pertenencias, incluyendo los electrodomésticos y enseres de la casa. Por esta obra, percibió un anticipo de apenas 500 dólares y la tirada inicial fue de 8.000 ejemplares.

A la tumba, se lleva García Márquez el misterio sobre la famosa novela inacabada que se debía llamar “En agosto nos vemos”. “Se trata de un libro que escribió hace algunos años, poco después de “Memorias de mis putas tristes”, pero que ha corregido casi de forma obsesiva”, dijo su editor Cristóbal Pera el año pasado. La leyenda cuenta que Gabo había escrito hasta seis finales y que, una vez terminada, la guardó en un cajón para que fuera publicada una vez fallecido. Para su editor, que ha leído varios capítulos, se trata de una “obra maestra”, pero la fecha de su publicación “es una decisión personal de Gabo”, dijo en aquel entonces.

“La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla”, dijo en una de sus últimas entrevistas.

Hasta la floreada casa del barrio de San Ángel llegaron durante todo el día escritores como Ángeles Mastretta o Héctor Aguilar Camín, quien recordó que la muerte del periodista colombiano no es cualquier cosa: “Es como si se hubiera muerto Dickens o Balzac. Es una cosa muy seria García Márquez”.

Su familia informó que el cuerpo del novelista será incinerado y serán sus cenizas las que estén presentes en el homenaje que se le rendirá el próximo lunes en Bellas Artes, la catedral de la cultura mexicana. El homenaje incluiría lecturas, proyecciones de cine, reediciones y conferencias.

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