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Nunca supo el porqué de la detención, pero el recuerdo de aquel encierro no se va de su cabeza
Nunca supo el porqué de la detención, pero el recuerdo de aquel encierro no se va de su cabeza

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Sin duda, el más disidente de todos los artistas chinos, Ai Weiwei, de 56 años, no olvida cuando en 2011 fue detenido en el aeropuerto de Beijing y llevado a una celda, de 21 metros cuadrados, en la que fue encerrado durante 81 días.

El artista nunca supo el porqué de la detención, ni tampoco dónde fue llevado, pero el recuerdo de aquel encierro no se va de su cabeza.

Al menos, eso se desprende de la muestra “Evidence”, que en estos días se puede ver en el Museo Martin-Gropius-Bau de Berlín, y que constituye la exposición individual más grande jamás hecha del artista.

Una de las salas, acoge una obra muy especial, titulada “81”, en la que Ai Weiwei reproduce aquella celda: una cama, una mesa cubierta de espuma de plástico, al igual que las paredes, tres sillas y un diminuto baño, con todas sus piezas también cubiertas de plástico.

Además, se puede ver un video de cinco minutos en el que el artista, con la compañía, omnipresente, de los guardias de la celda, come, se afeita la cabeza, se ducha y duerme. Las esposas con las que sus carceleros le inmovilizaban para someterle a los interrogatorios que debió soportar, 50 en total, están también presentes, convertidas ahora en una bella joya hecha de jade.

Y eso, no es todo, son demasiados los malos recuerdos de este artista en lo que respecta a las fuerzas del orden de su país, por eso, en otra de las salas, se exponen los materiales que le fueron requisados cuando la policía china allanó y más tarde demolió su atelier.

Parte de los escombros del derribo los utilizó Weiwei para decorar una puerta de madera china, que también se puede ver en una de las salas del museo alemán.

El propio Ai Weiwei era quien iba a inaugurar la muestra, pero la demora en recibir su pasaporte no lo hizo posible y se desató la polémica: los organizadores de la exposición dejaron bien clara la censura imperante en el gigante asiático: ¿tan enorme muestra en la capital alemana sin la presencia del artista? Igual, ni todo el aparato censor chino puede frenar la capacidad creadora de este artista, que también envió a Berlín una serie de hierros retorcidos y oxidados para recordar la tragedia del terremoto que azotó Sichuan en 2008, y en el que murieron casi 70 mil personas.

Una enorme escultura, formada por 150 bicicletas de la marca Forever, adorna la entrada del museo, y Ai Weiwei la dedicó a un chico que fue ejecutado en Shanghái por un crimen que no había cometido. Otra de las atracciones de la muestra son los 6.000 taburetes de madera que colman el patio del museo. Cada uno de ellos exhibe las huellas del tiempo y recuerda el sufrimiento del pueblo chino a lo largo de los siglos. La muestra se puede ver hasta el 7 de julio.

Y como no sólo de instalaciones y esculturas vive Weiwei, esta vez interpretará a un contrabandista de agua en un corto de ciencia ficción de unos diez minutos de duración. Se trata de “La tormenta de arena”, dirigido por Jason Wishnow y ambientado en un Beijing distópico, en un futuro no tan distante en el que el agua está prácticamente agotada. El corto se grabó a escondidas para esquivar la vigilancia a la que el artista es sometido por las autoridades chinas.

A través de Kickstarter, un sitio web de financiamiento colectivo, los productores buscaban recaudar 33 mil dólares para la post-producción de sonido, la música y los efectos visuales. Con una donación mínima de un dólar, ya obtuvieron casi 80 mil: el estreno, para quienes hayan colaborado con dinero, está previsto para junio.

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