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“De chico, cuando leía que le daban a alguien la “Legión de Honor”, me daba muchísima envidia”, dijo Quino
“De chico, cuando leía que le daban a alguien la “Legión de Honor”, me daba muchísima envidia”, dijo Quino

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En el Salón del Libro de París, la FNAC, cadena francesa de librerías que tiene un punto de venta en el stand de la Argentina, ofrece fotos digitales gratuitas. Las filas, son interminables. “Las ventas de libros de autores argentinos crecieron este año”, comentó la encargada.

Encabeza el ranking, Julio Cortázar. Sobre todo, su novela Rayuela. Ayer, buena parte de su obra había volado. Y, nobleza obliga, allí también a veces los libros vuelan sin ser pagados.

Le siguen en ventas los libros de Quino, especialmente, por supuesto, las tiras de la popular “Mafalda”, que el próximo septiembre cumplirá 50 años. El dibujante, fue condecorado el sábado con la Legión de Honor de Francia.

“Desde que era chico, cuando leía que le daban a alguien la Legión de Honor, me daba muchísima envidia”, dijo Quino. Y, no es para menos. Se trata de la mayor condecoración de Francia y una de las más importantes del mundo. La estableció Napoleón, en 1802, y reconoce a quienes tienen “méritos extraordinarios”.

Charlando con el público, Quino hizo su balance: “Yo quería ser Picasso, estoy contento del resultado con Mafalda, pero no del todo”, dijo. Y aunque explicó que no se imagina una Mafalda cincuentona, cuando le preguntaron cuál sería el tema del qué se ocuparía ella hoy día, no tuvo dudas: “De la estupidez humana”.

En otra mesa, se hablaba sobre “la novela que surge de la memoria”. Mempo Giardinelli, comentó que “la literatura es un estupendo ejercicio de recordación, de memoria. El relato literario, es el que las sociedades acaban por asimilar”. Elsa Osorio, contó el modo profundo en que se involucró con el tema de los hijos robados durante la dictadura, cuando escribió sobre eso.

En cambio, Lucía Puenzo, comentaba como su novela, Wakolda, estuvo “más inspirada en la intención de contar, que en la memoria”; confirmando que, la literatura argentina actual, tiene más fuentes de las cuales beber, que las que creíamos.

La dictadura, las víctimas del terrorismo de Estado y la memoria histórica, están muy presentes en las actividades propuestas por la Argentina en el Salón del Libro.

En el suplemento que el diario Le Monde le dedicó a la participación de ese país en dicho evento, un titular reza: “En Buenos Aires, escritores entre el dolor y la extravagancia”. Debajo, un subtítulo que resalta: “La diversidad y la ebullición son reales en la literatura argentina contemporánea”. En un pequeño apartado, el extenso artículo señala: “Nos equivocaríamos si redujéramos el campo de la inspiración argentina a la dolorosa cuestión de la memoria”.

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