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Francisco, abraza cariñosamente a un hombre enfermo, para el cual ese gesto significó su reconciliación con la vida
Francisco, abraza cariñosamente a un hombre enfermo, para el cual ese gesto significó su reconciliación con la vida

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“Duró poco más que un minuto, pero a mí me pareció una eternidad”. A sus 53 años, el italiano Vinicio Riva vivió un momento que quedará plasmado en su mente para siempre. Él, que está acostumbrado al rechazo por ser “deforme”, como se describe a sí mismo, recibió un inolvidable abrazo del papa Francisco hace dos semanas en la Plaza San Pedro.

“Era como estar en el paraíso”, dijo Vinicio, que sufre neurofibromatosis de tipo 1, una enfermedad que le llenó el cuerpo de unos tumores que aunque son benignos le provocan dolores terribles, fuertes picores y llagas que no dejan de sangrar. Además de hacerlo sentir aislado. “Soy un ser deforme”, se lamentó, resignado, en una entrevista con el diario británico “Daily Mail”.

“El Papa ni se detuvo a pensar si me abrazaba o no. Mi enfermedad no es contagiosa, pero él no lo sabía. Bajó del altar a saludar a los enfermos. Yo le besé la mano mientras que él con la otra me acariciaba la cabeza y las heridas”, relató ese encuentro que tuvo lugar antes de la audiencia general del 6 de noviembre, cuando Francisco recorre la Plaza San Pedro y bendice a niños y enfermos.

“Después tiró de mí, abrazándome con fuerza y besándome el rostro. Yo tenía la cabeza en su pecho, sus brazos me rodeaban. Me tenía muy pegado a él, mimándome, no se apartaba”, contó, emocionado.

“No me dijo nada, pero yo sentí su amor. Duró poco más que un minuto, pero a mí me pareció una eternidad, recordó. Mi corazón iba tan deprisa que creí que iba a morir”.

Vinicio contó esta historia sentado junto a su tía, Caterina, quien también lo acompañó en aquel mediodía inolvidable. “Pensé que el papa no lo iba a soltar”, señaló la mujer, preocupada por la enfermedad que padecen sus dos sobrinos.

 

Una historia de lucha

Vinicio y su hermana, Morena, de 46 años, que también padece neurofibromatosis, aunque en un estadio menos avanzado, heredaron la enfermedad de su madre, que no desarrolló ningún síntoma hasta que tuvo a sus hijos y murió de este trastorno, a los 81 años.

A los quince años, Vinicio comenzó a mostrar los primeros signos de la enfermedad, por la que le dijeron que moriría a los 30 años. Pero su fuerza logró traspasar esa fecha, aunque no sin obstáculos.

Su vida está marcada por el dolor. Sus tumores no sólo son externos, también los tiene en los pies, por lo que le cuesta caminar. Además, le han crecido en los órganos internos, por lo que debió someterse a varias operaciones a fin de que le extirparan protuberancias del corazón, de los ojos, de la garganta, entre otras intervenciones que lo exponen a problemas respiratorios diarios.

Además de enfrentarse todos los días con un pijama lleno de sangre porque se rasca las los tumores durante la noche, cuando sale de la cama se enfrenta a la discriminación de quienes no lo conocen. “Las mujeres son más crueles que los hombres”, señaló.

Vinicio, no obstante, sale con una sonrisa cuando va a ver partidos de fútbol, se junta con sus amigos o recorre su ciudad, Vicenza, en bicicleta. En esas recorridas sueña además con encontrar el amor por primera vez en una mujer con una condición como la suya.

Sin poder conseguir trabajo, los hermanos Riva viven de una pensión de 500 euros que reciben por discapacidad y que redondean con los 150 euros que cada uno de ellos recibe por trabajar como voluntario en una residencia para ancianos, donde vive su padre, que nunca les demostró su cariño, según cuentan.

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