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Benedicto XVI recibe en audiencia al Gran Maestre de la Orden de Malta, Frey Matthew Festing
Benedicto XVI recibe en audiencia al Gran Maestre de la Orden de Malta, Frey Matthew Festing

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En los últimos años es habitual escuchar hablar de los problemas que soportan los países sin estado, como Palestina. Sin embargo, no es tan normal leer informaciones sobre Estados sin patria, es decir, sin un territorio.

A pesar de ello, existe un único y desconocido caso de una nación que atesora varios siglos de existencia y no posee territorio. Se trata de la Soberana Orden Militar y Hospitalaria de San Juan de Jerusalén, de Rodas y de Malta.

La antiquísima Orden de Malta, fue fundada en el siglo XI, en plenas Cruzadas, para prestar atención médica a todos los creyentes que peregrinaban hacia Tierra Santa. Posteriormente, extendió su actividad a la protección de los cristianos frente a los musulmanes y, tras la conquista de Jerusalén, construyó allí su primera sede, el Krak de los Caballeros, que posteriormente sería trasladada a San Juan de Acre.

En 1291 Saladino expulsó a los cristianos de la región, por lo que la orden se instaló en Chipre y empezó a crecer con propiedades que se repartían por toda Europa. Un nuevo traslado la llevó a Rodas en 1310, donde experimentó un nuevo crecimiento al recibir parte del patrimonio expropiado a los templarios. Su riqueza y poder llegó a tal nivel que incluso acuñaba su propia moneda. Sin embargo, en 1522 los turcos sitiaron la isla y forzaron a los caballeros a rendirse y marchar al exilio. Carlos V les cedió Malta, donde resistieron nuevos ataques.

Pese a ello, el verdadero peligro llegaba de Europa. En primer lugar, la Reforma Protestante que se esparcía por el viejo continente, le fue arrebatando sus prioratos y, más tarde, las tropas napoleónicas tomaron el archipiélago en 1798 y expulsaron a los hospitalarios.

Los ingleses no tardaron en arrebatar Malta a los franceses y, a pesar de haber prometido permitir el retorno de la Orden, nunca lo cumplieron, por lo que la sede pasó por varios lugares más antes de establecerse en Roma en 1834, donde volvió a retomar su función social.

Desde entonces, la Orden de Malta constituye un estado sin territorio ni ciudadanos propiamente dichos, aunque cuenta con unos 13.000 miembros y 80.000 voluntarios. Esto hace que muchos estados no estén dispuestos a darle consideración de país, aunque cuenta con órganos de gobierno, entre los que están el Consejo Pleno de Estado, el Capítulo General, el Soberano Consejo, el Tribunal de Cuentas, los Tribunales Magistrales o la Abogacía del Estado.

Al frente de ellos están el Gran Comendador, Gran Canciller, Gran Hospitalario y el Recibidor del Común Tesoro, dirigidos por el Gran Maestre, que tiene categoría internacional de jefe de estado y es elegido por el Consejo Pleno de Estado.

A pesar de no tener territorio propio, la Orden de Malta mantiene relaciones diplomáticas con 104 países y posee diversas embajadas a lo largo del mundo, aunque probablemente no se considerarán territorio de ese país.

La naturaleza caballeresca explica y justifica el mantenimiento del carácter nobiliario de la Orden, ya que muchos de sus Caballeros procedían en el pasado de las familias nobles del mundo cristiano. Hoy, la mayoría de los Caballeros de Malta pertenece a clases no nobles. Los miembros de la Orden pueden definirse como gentilhombres católicos animados por una altruista nobleza de espíritu y de comportamiento.

Todos los caballeros de Malta responden a la condición prevista antiguamente para la concesión de títulos de nobleza: haberse distinguido por su especial virtud. El carácter caballeresco de la Orden tiene todavía hoy gran vigencia moral, porque denota el espíritu de servicio, de abnegación y de disciplina que anima a los Caballeros de Malta. Las batallas no se combaten ya con la espada, sino con instrumentos pacíficos de lucha contra las enfermedades, la miseria, la marginación y la intolerancia, y en el testimonio y la defensa de la Fe católica.

Los 13.500 Caballeros y Damas que componen la Orden de Malta deben observar una conducta cristianamente ejemplar en la vida privada y pública, contribuyendo a hacer operante la tradición de la Orden. Les incumbe de manera particular la cooperación efectiva en las obras de asistencia hospitalaria y social de la Orden.

Según la Carta Constitucional, los miembros de la Orden de Malta se dividen en tres clases y deben conformarse con las enseñanzas de la Iglesia católica y participar en las actividades asistenciales de la Orden.

A la Primera Clase pertenecen los Caballeros de Justicia, o Profesos, y los Capellanes Conventuales Profesos, que deben profesar los votos de pobreza, castidad y obediencia, con el fin de perseguir la perfección evangélica. Son religiosos a todos los efectos, según las normas del Derecho Canónico, pero no están obligados a la vida en común.

Los miembros pertenecientes a la Segunda Clase, en virtud de la Promesa de Obediencia que han profesado, se obligan a vivir según los principios cristianos y según aquellos principios relativos al espíritu de la Orden. Se subdividen en tres categorías:

– Caballeros y Damas de Honor y Devoción en Obediencia

– Caballeros y Damas de Gracia y Devoción en Obediencia

– Caballeros y Damas de Gracia Magistral en Obediencia.

La Tercera Clase está constituida por miembros laicos que no profesan votos religiosos, ni la Promesa de Obediencia, pero viven según los principios de la Iglesia y de la Orden. Se subdividen en seis categorías:

– Caballeros y Damas de Honor y Devoción

– Capellanes Conventuales ad honorem

– Caballeros y Damas de Gracia y Devoción

– Capellanes Magistrales

– Caballeros y Damas de Gracia Magistral

– Donados y Donadas de Devoción.

El Gran Priorato o la Asociación Nacional competente son responsables en cada territorio de las propuestas de admisión.

Francisco Garí, miembro de la Orden de Malta, nos explica: “Es una de las instituciones probablemente más antiguas del mundo occidental cristiano. Llevamos casi mil años funcionando, fieles a nuestros orígenes. Y nuestros orígenes no son otros que los de nuestro carisma fundacional de ayudar a los enfermos y a los necesitados. Realmente eso es lo que ha sido la Orden, y por lo que ha perdurado a través del tiempo”

“Nos hemos adaptado constantemente”, comenta. “Nacimos en Jerusalén, antes de las Cruzadas, pidiendo una licencia para poder crear un hospital, un convento y una iglesia. Posteriormente pasamos a ser orden religiosa, probablemente porque era el modelo más eficiente en esos momentos, para poder crear una comunidad hospitalaria católica y cristiana más eficiente”

La Orden de Malta es, por un lado, una orden religiosa, pero por otro es también un ente de derecho internacional. Funciona como un país, simplemente que su territorio es un palacio de Roma, dentro del Vaticano. Por eso, las enciclopedias lo describen como el país más pequeño del mundo. Como estado independiente mantiene relaciones bilaterales con 104 países. Además de tener estatus de observador permanente en Naciones Unidas, en la UNESCO y en 12 agencias más. Aparte de las embajadas en esos 104 países, tienen proyectos en 120 más, no todos estados católicos, porque la Orden, en su afán de querer ayudar a las personas necesitadas, está por todo el mundo.

“Estamos volcados fundamentalmente en la sanidad, o en asistir situaciones como la de Haití cuando hubo el terremoto”, observa Garí. “Pero en ese tipo de sitios donde actuamos, normalmente ya hemos actuado antes. Una de las cosas buenas que tiene la Orden es que no esperamos a que ocurran estas desgracias, sino que identificamos la necesidad en el mundo de una forma muy sigilosa”.

“A muchos de estos países, lo de establecer relaciones diplomáticas con nosotros sí les interesa, porque de alguna manera les coloca en el mundo”, señala. “Es entonces cuando entran nuestros embajadores, y a los pocos días piden permiso para hacer un dispensario, un pequeño centro de salud, una clínica... y acaban investigando sobre las condiciones sanitarias de las cárceles del país. Poco a poco van creando infraestructuras y haciendo un mapa de la situación”.

“Es un modelo complejo pero que funciona. A veces no queremos que nuestra mano izquierda sepa lo que ha hecho nuestra derecha porque en estos países, en cuanto haces una denuncia, automáticamente te cierran las puertas. Por eso a nosotros no nos interesa la denuncia”, acota.

Aunque la Orden en un principio fue hospitalaria, como ya se ha dicho, el concepto de “necesitados” se expande a la pobreza, y también al necesitado desde el punto de vista espiritual. A los voluntarios se les dice que para ser voluntario de la Orden no vale con ser voluntarista, es decir, no sólo consiste en hacer las cosas bien, sino en hacer las cosas como Dios quiere que las hagas. Es decir, que cuando estén delante de una persona necesitada, vea a Jesucristo en la persona necesitada. Muchos voluntarios entran en la Orden, especialmente en los comedores, porque lo ven como algo socialmente necesario, algo bueno.

“Hubo un momento en que hubo unas órdenes militares, muchas de ellas ya desaparecidas (como los templarios), precisamente por lo que decía antes: porque su razón de ser se agotó. La Orden de Malta a veces ha sido vinculada a esas leyendas, pero cualquiera que se acerque a ella se da cuenta de lo que es. Nosotros nos dedicamos a lo que nos interesa, y yo creo que la mejor manera es no reaccionar, sino trabajar. Y enseñar lo que es la Orden en el día a día”.

“Yo creo que todo voluntario y todo miembros de la Orden, más que estar dando excusas que no son necesarias, lo que pueden hacer es enseñar, con su realidad diaria, lo que es ser voluntario o miembro de la Orden de Malta”, sentencia.

La Orden está empezando a abrirse, prueba de ello es esta entrevista. Además, las nuevas tecnologías les están ayudando muchísimo a darse a conocer, porque antes no tenían la capacidad de llegar a miles y miles de personas como hoy en día, a través de la web, de Facebook y otras redes sociales.

“Aunque muchas personas simplemente se lleven la imagen de que somos una organización de ayuda vinculada al catolicismo. Que se vayan con esa idea cuenta más que los ocultismos que no existen que andan buscando otros”, concluye.

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