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Este es uno de los fragmentos recuperados del meteorito. Pare recopilar información los investigadores visitaron 50 aldeas en los alrededores de Chelíabinsk
Este es uno de los fragmentos recuperados del meteorito. Pare recopilar información los investigadores visitaron 50 aldeas en los alrededores de Chelíabinsk

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En un llamado de alerta sobre lo que nos puede ocurrir en el futuro, pero con mucha mayor magnitud según califican los científicos, se ha calificado en la edición de mañana de la revista “Science” al meteorito que impactó en Rusia en febrero pasado y que fue bautizado como Chelíabinsk, por haber estallado en las inmediaciones de esa localidad.

La energía liberada por esta gran explosión, que ocurrió a unos 25 kilómetros de altitud, fue equivalente a unas 500 toneladas de dinamita (500 kilotones). En comparación, la bomba de Hiroshima liberó 16 kilotones, pero explotó a tan sólo 600 metros de altura.

El meteorito caído en Rusia, tenía un diámetro de casi 2O metros, sin embargo se fragmentó en varios trozos, que se han hallado durante los últimos meses.

Según otro par de estudios, que publica hoy la revista “Natura”, el meteorito se habría desmembrado del asteroide 86039, una potencial amenaza para la Tierra de dos kilómetros de diámetro, que nos visita cada siete años.

Fue detectado en 1999 y catalogado por la NASA entre los más de 10 mil objetos cercanos (NEO) que ponen en peligro la seguridad de nuestro planeta. Su próximo acercamiento a la Tierra será en marzo de 2014.

Desde 1988 hasta la fecha de hoy, la NASA ha contabilizado 10.313 objetos de riesgo para nuestro planeta; de ellos, tres, apenas fueron detectados recientemente, a principios de este mes.

La Asamblea General de Naciones Unidas, acaba de aprobar un plan para monitorearlos, mediante una red de cooperación internacional que incluiría observaciones con radar y telescopios. Hasta ahora, solo se habían hecho esfuerzos a nivel de las agencias espaciales.

Para el astrónomo de la Universidad de Chile y Premio Nacional de Ciencias Exactas, José Maza, se trata de una muy buena noticia y considera que todos los países deberían sumarse activamente a este esfuerzo y, en especial, países como el suyo, considerando la extensa costa de más de 4 mil kilómetros que este posee frente al océano Pacifico. La razón, dice, es que aunque es muy difícil que uno de estos objetos caiga directamente sobre nuestras cabezas, muy seguramente podría hacerlo en el mar y provocar un maremoto de proporciones insospechadas.

“Lo sucedido en Chelíabinsk nos demostró que la amenaza de un meteorito no es el “cuento del lobo”, sino que realmente cayó y que cada siglo estamos expuestos a la caída de al menos uno de 20 o 30 metros de diámetro”. Si este último no hizo más daño, opina, “fue porque cayó en un lugar poco habitado, aunque dejo cientos de personas heridas por la ruptura de vidrios y quemaduras”. “Si el mismo objeto hubiera caído en Nueva York o Londres, la mortandad hubiera sido tremenda, debido a las esquirlas de los vidrios”.

Raimundo González, director de emergencia y desastres de la Asociación Internacional de Astronáutica, reconoce que “se puede producir una catástrofe de dimensiones incalculables mañana mismo y a día de hoy, a nivel mundial, no estamos preparados ni política, ni técnica, ni legislativamente para encararla. Ya no se trata de un tema exclusivo de un país, sino de cooperación internacional, ya que todos los países de la Tierra están obligados a prestarla cuando se trata de tragedias en espacios globales comunes”.

La pregunta que queda en el aire, es: ¿Estaremos en capacidad de unirnos y cooperar en caso de que una tragedia de dimensiones catastróficas se produjera hoy en la Tierra?

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