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Francisco, un Papa que promete renovar la Iglesia
Francisco, un Papa que promete renovar la Iglesia

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El Papa Francisco aseguró que el defecto de la Curia romana, el gobierno de la Iglesia, es que se ocupa sólo de los problemas de la Santa Sede olvidando el mundo que le rodea, en una entrevista publicada en el diario “La Repubblica”.

La Curia “tiene un defecto bastante marcado: es Vaticano-Céntrica. Ve y se ocupa de los intereses del Vaticano y olvida el mundo que le rodea. No comparto esta visión y haré de todo para cambiarlo”, explicó el Papa en la entrevista al fundador del rotativo, Eugenio Scalfari.

En el catolicismo, históricamente ha habido grandes revolucionarios, como San Francisco de Asís, los “Fratelli” (de Guillermo de Occam), Gustavo Gutiérrez, Leonardo Boff, Camilo Torres, entre otros teólogos de la liberación y, muchos de ellos, han sido condenados como herejes.

Pero también, ha habido una larga lista de reaccionarios que han manchado la historia de la Iglesia, incluso con simoníacos.

La Curia romana ha sido una especie de mafia de nobles versallescos que se llaman entre ellos con títulos ridículos como “monseñores” y que cuentan con sendos escudos y anillos, que más parecen de la época medieval que del siglo actual, que se creen herederos legítimos del emperador Constantino.

Todo este boato y poder de los purpurados es la antítesis del evangelio y de la vida y doctrina de su fundador, Jesús de Nazaret, ajusticiado por los mismos romanos, donde se ubica la sede del imperio vaticano.

Para el ex arzobispo de Buenos Aires, en el pasado “los jefes de la Iglesia han sido a menudo narcisistas, adulados por sus cortesanos” y agregó que “la Corte es la lepra del papado”.

“La Iglesia tiene que volver a ser una comunidad del pueblo de Dios y los presbíteros, los párrocos y los obispos deben estar al servicio del pueblo de Dios”, añadió el Papa Jorge Bergoglio.

Sobre su visión de la Iglesia, explicó que no se debe basar en el “proselitismo” sino “en escuchar las necesidades, las desilusiones, la desesperación y dar esperanza a los jóvenes y ayudar a los viejos, abrir al futuro y difundir el amor. Ser pobres entre los pobres”.

Por todo ello, afirmar como el Papa que la “la curia es la lepra de la Iglesia” es la pura verdad: está infiltrada por pederastas, sádicos y lo que es peor, por especuladores financieros.

No se sabe si el Papa Francisco sobrevivirá a los posibles atentados contra su vida, nunca falta la monjita que pueda llevar a sus aposentos privados un rico desayuno de cianuro, y que pueda, finalmente, realizar una revolución en la Iglesia católica, pues siempre se manifestará una contradicción entre la voluntad de cambio de una persona y las milenarias estructuras reaccionarias.

El Papa agrega, en la maravillosa entrevista en la que largó la demoledora frase, que la “Iglesia no puede rechazar a los pecadores porque él y todos somos pecadores, incluso los Papas, que también los hubo narcisistas y amantes del poder”; exhortó, así mismo, que en vez de condenar, la Iglesia debe acoger y compadecer a todos los seres humanos, sin importar su condición, credo y cualquier otra particularidad que los pueda diferenciar del resto de sus creyentes.

El Cristo del Papa Francisco no es el ridículo cristo ginecólogo de Juan Pablo II, que andaba metido en las partes íntimas de hombres y mujeres para condenarlos. Por el contrario, este Papa acoge a todos, independientemente de su condición sexual.

Francisco reúne tres condiciones geniales: la de la elección del nombre a imitación de San Francisco de Asís y de los “fratelli”, que reubica a la Iglesia en su opción por los pobres y marginados, a imitación de Jesucristo; su condición de argentino, que lo relaciona con movimientos importantes dentro de la Iglesia, como la Teología de la Liberación y, finalmente, el hecho de ser jesuita, que le lleva a tener una visión moderna y crítica del mundo, conduciéndolo a los “confines misioneros”.

Esta nueva visión contrasta con el catolicismo inquisidor, propio de Pío X y de Juan Pablo II, cuyos pontificados se caracterizaron por la permanente condena a quienes pensaran o actuaran distinto a la ortodoxia católica, como si fueran, en realidad, infalibles y perfectos en todas sus actuaciones, incluso en materias de fe.

Esta posición autoritaria se ha vuelto contra la misma iglesia, pues apenas se descubrió, por ejemplo, que en su seno se albergaban clérigos, de cualquier jerarquía, que practicaban la pedofilia o que, además, traficaban con divisas y sin autoridad alguna para predicar la moral, ha visto como se producía un alejamiento masivo de sus feligreses.

La idea del Papa Francisco es la de abandonar el clericalismo y volver a la Iglesia como pueblo de Dios, planteado en el Concilio Vaticano II y que fue tristemente traicionada por Juan Pablo II, que retrocedió a los retrógrados lineamientos establecidos en el “Concilio de Trento”.

Bergoglio indicó en esta entrevista de tres páginas que en el Concilio Vaticano II se decidió “mirar al futuro con espíritu moderno y abrir a la cultura moderna, que significaba ecumenismo religioso y diálogo con los no creyentes”. Pero el pontífice reconoció que “hasta ahora se ha hecho poco” y anunció que él tiene “la humildad y la ambición” de llevar a cabo ese camino de la Iglesia hacia la modernidad.

Respecto a los cambios que tiene previsto acometer, recordó como ha nombrado el Consejo de los ocho cardenales para que le aconsejen. “No son cortesanos sino personas sabias, animadas por mis mismos sentimientos. Esto es el inicio de una Iglesia con una organización no sólo vertical sino también horizontal”, destacó.

En la entrevista, el Papa habla de los santos en su experiencia religiosa y, aunque matizó que no se puede hacer una clasificación de preferidos “como si fueran futbolistas argentinos”, los “más cercanos a su alma” son San Francisco y San Agustín. Sobre la “vocación mística” de algunos santos, Bergoglio explicó que no cree que tenga esta vocación, aunque desveló como tras ser elegido Papa y mientras esperaba antes de asomarse al balcón de la basílica de San Pedro cerró los ojos y dejó de sentir “el ansia y la emotividad”

“Una gran luz me invadió, duró sólo un momento aunque me pareció muchísimo tiempo. Luego la luz se disipó, yo me levante de golpe y me dirigí a la mesa donde estaban los cardenales para firmar el acto de aceptación. Y firme”, relató. El Papa termina la entrevista con Scalfari prometiendo un nuevo diálogo con el periodista, que se define ateo y a quien ya dirigió una carta sobre los no creyentes, en el que se afrontarán asuntos como el papel de la mujer en la Iglesia.

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