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El satélite “Black Knight”, de 13.000 años de antigüedad, y cuyo origen se halla fuera de este mundo
El satélite “Black Knight”, de 13.000 años de antigüedad, y cuyo origen se halla fuera de este mundo

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La humanidad ha puesto satélites en órbita desde hace décadas y, en la actualidad, existe una gran cantidad de estos ingenios orbitando sobre nuestras cabezas.

Muchos de ellos, son empleados en las telecomunicaciones. Otros, en la realización de mapeos y de estudios científicos que, incluso, pueden ser visibles desde la superficie.

Y también, debemos recordar, una gran parte de estos artefactos suelen ser empleados con fines de carácter militar, muchas veces, secretos.

Sin embargo, entre ellos se contaría un objeto realmente excepcional. Un supuesto satélite, conocido bajo el inquietante nombre de “Black Knight” (Caballero Negro), y cuyo origen se hallaría fuera de la Tierra. A la cual, llevaría orbitando unos 13.000 años.

Y hay más. Según cuenta la leyenda, las señales transmitidas por el mismo constituirían, en realidad, una especie de mapa galáctico, enviado por una civilización extraterrestre.

Al parecer, el nacimiento del mito se remonta al año 1899, y tiene como protagonista a uno de los científicos más brillantes y enigmáticos de toda la historia, Nikola Tesla.

Por esa fecha, el científico se había trasladado a Colorado Springs para iniciar sus experimentaciones con la alta tensión y la medición de campos eléctricos. En los ocho meses que permaneció allí, dedicó parte de su tiempo al desarrollo de receptores de señales de débil intensidad.

Durante sus observaciones, el croata logró captar una señal periódica que provenía de algún lugar del espacio. En la época, el científico habría dicho públicamente que crecía que la señal provenía del espacio y que podría haber sido enviada por una raza de seres alienígenas, posiblemente, con base en Marte.

En 1920, los operadores de una emisora de radio reportaron haber captado la misma señal y, más tarde, en 1928, un grupo de científicos que llevaban a cabo experimentos con transmisores de onda corta en Oslo, Noruega, también se encontraron con la misteriosa señal.

Pero, no fue hasta el 14 de mayo del año 1954, cuando la historia del satélite de origen desconocido cobró forma. Algunos periódicos, entre ellos el San Francisco Examiner, llegaron a publicar un supuesto anuncio hecho por la Fuerza Aérea de los Estados Unidos sobre el descubrimiento de dos satélites de naturaleza artificial en la órbita de nuestro planeta.

Lo más intrigante, sin embargo, es que cuando esta noticia se publicó, todavía no había sido colocado ningún satélite en órbita por ninguna nación. El primero, fue el Sputnik 1, en 1957. Un hito que marcó el inicio de la carrera espacial durante la Guerra Fría.

Además, según los informes referentes al Caballero Negro, el mismo presentaría una órbita de tipo polar, algo inusual para la época, ya que los satélites con este tipo de trayectoria sólo comenzarían a lanzarse hasta bien entrados los años 60.

A principios de esa década, tanto la Unión Soviética como los Estados Unidos, tenían ya sus satélites orbitando la Tierra. Pero, el 11 de Febrero de 1960, volvió a saltar la alarma. Un satélite artificial, no identificado, era detectado en una órbita polar, que ni los rusos ni los americanos reconocían como propio. ¿Se trataba acaso del Caballero Negro?

Tres años más tarde, Gordon Cooper era lanzado al espacio para realizar la misión de orbitar 22 veces la Tierra. En su último recorrido, reportó haber visto una extraña luz en la trayectoria de su cápsula. Se dice que la estación de seguimiento Muchea, en Australia, captó el eco de radar del extraño objeto reportado por Cooper.

Cuentan, que la versión oficial de la NASA se limitó a explicar que el equipo de ventilación había funcionado mal y que el exceso de CO2 hizo ver alucinaciones al astronauta.

Para ese entonces, el misterioso objeto ya era conocido como el “Caballero Negro”.

Diez años después, en 1973, Duncan Lunan, un investigador Escocés, escribió un artículo en Spaceflight, una revista de la British Interplanetary Society, en el que detallaba cómo había identificado y descifrado parte de un mensaje emitido en 1928, desde un satélite en órbita de la Tierra, y que habría sido captado por un equipo de expertos noruegos y alemanes que estaban realizando un estudio sobre el efecto del eco de largo retraso.

Lunan mantenía que el mensaje provenía de un objeto en el punto de Lagrange L5, y que contenía una invitación de los habitantes de un planeta del sistema estelar Epsilon Boötis. Según él, el mensaje decía:

“Nuestro hogar se encuentra en Epsilon Boötis, una estrella doble. Vivimos en el sexto de los planetas de un sistema compuesto por siete astros, en el mayor de nuestros dos soles. Nuestro planeta posee una luna. El cuarto tiene tres. Mientras que el primero y el tercero de los planetas, una cada uno”.

Lunan llegó a la conclusión de que las señales, de hecho, formaban una especie de mapa estelar que apuntaba a Izar, una estrella binaria localizada en la Constelación de Boötes, y que estaban siendo transmitidas por sus habitantes mediante un objeto, de 13 mil años de antigüedad, posicionado en uno de los puntos de Lagrange de la Tierra.

Y, para alimentar aún más la historia sobre el misterioso satélite, en 1998 llegó la evidencia gráfica, con la misión del trasbordador espacial STS-88. La primera que tenía por misión llevar equipamiento a la ISS. Las cámaras del Endeavour captaron varios objetos extraños que, de hecho, estuvieron disponibles en el sitio de la NASA durante largo tiempo, aunque finalmente fueron retiradas. Pero, ya era tarde. Habían sido compartidas en multitud de sitios web.

Pero, ¿será cierto que existe un satélite orbitando el planeta Tierra, con miles de años de antigüedad, emitiendo una invitación para un encuentro entre civilizaciones? Y, de ser así, ¿por qué nos lo están ocultando?

La verdad, puede no ser tan sorprendente como esperamos.

El argumento que exponen los más escépticos, a pesar de la evidencia que parece apuntar a la presencia de un satélite de origen sospechoso, es que la leyenda sobre el Caballero Negro es el resultado de una serie de historias azarosas. En verdad, se piensa que es producto de diversas informaciones, que han sido “ensambladas” para formar una especie de leyenda digna del mismísimo Orson Welles.

La historia sobre Nikola Tesla, interceptando señales anómalas provenientes del espacio, es real. Así como el hecho de que el científico creía que éstas habían sido enviadas por extraterrestres. Sin embargo, actualmente los astrónomos creen que lo que Tesla captó en 1899, probablemente fueron las señales emitidas por un púlsar, una estrella de neutrones que emite una radiación electromagnética periódica, y que no fueron descubiertas sino hasta finales de la década de los 60.

Los púlsares poseen un intenso campo magnético, que induce la emisión de estos pulsos de radiación electromagnética a unos intervalos regulares, que están relacionados con el periodo de rotación del objeto.

De hecho, cuando Jocelyn Bell y Antony Hewish descubrieron oficialmente el primer púlsar, en 1967, también creyeron que habían contactado con una civilización inteligente, ya que la periodicidad de la señal parecía eliminar la posibilidad de que se tratara de un fenómeno de tipo natural.

Respecto a las noticias publicadas en 1954, en las que se afirmaba la existencia de uno o dos satélites orbitando la Tierra, descubrimos tras su lectura que son notas sarcásticas en las que se habla de Donald Keyhoe, un piloto del ejército americano, que se hizo famoso en 1950 al afirmar que los Estados Unidos estaban realizando experimentos con OVNIS, y que por ese año se hallaba en plena promoción de su libro “Platillos volantes del espacio exterior”.

Para ello, no se le ocurrió otra cosa que testificar que el Secretario de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos era consciente de la existencia de estas dos supuestas naves. Algo, que fue inmediatamente desmentido, como se describe en los artículos.

Después, en la década del 60, cuando los rumores sobre el Caballero Negro volvieron a circular, los Estados Unidos y la Unión Soviética se encontraban en plena Guerra Fría. Por tanto, si existieron proyectos que involucraran espionaje militar por medio de satélites, que de seguro existieron, ninguna de las dos potencias jamás lo admitió.

La red de escaneo de satélites, Dark Fence, puesta en funcionamiento a finales de 1959, detectó un extraño objeto en febrero de 1960. Al principio, se creyó que podía tratarse del Caballero Negro. Pero, pocos días más tarde, se consiguió identificar como el satélite Discoverer VIII, perdido meses atrás.

Los Discoverer, fueron una serie de satélites de reconocimiento que se lanzaron entre 1959 y 1972. El 14 de agosto de 1959 el retrocohete del Discoverer VIII fue activado desde tierra con la intención de decelerarlo y hacerlo entrar a la atmósfera terrestre. Pero, la nave no estaba en la posición correcta, y lo que ocurrió fue que en vez de descender, salió disparada hacia una órbita más elevada, dándose por pérdida.

Esta noticia, que fue publicada en medios tan importantes como la prestigiosa revista Time, no suele ser citada en los sitios web que incluyen historias referentes al misterioso objeto.

Por su parte, Gordon Cooper no vio ningún OVNI en su misión espacial. El lo negó siempre, en una multitud de medios. Entre ellos, Space, la revista por excelencia del mundo de la astronomía.

Cooper descalificó rotundamente la afirmación, repetida sin cesar por numerosos autores a lo largo de los años, entre ellos Allen Hynek y Jacques Valle, que le hacía testigo de un extraño objeto en el espacio, en el transcurso de la misión Mercury 9, en 1963.

En el célebre programa radial, “Costa a Costa”, Cooper lo negó contundentemente: “No. Alguien hizo un buen montón de dinero vendiendo mentiras como esa. Es totalmente falso”.

Incluso, Duncan Lunan, retiró sus afirmaciones tras descubrir que había realizado sus análisis basándose en una base de datos incorrecta. Además, Lunan afirmó no haber relacionado jamás sus conclusiones con objetos no identificados orbitando sobre la Tierra.

La interpretación de los LDE, ecos de largo retraso, realizada por Lunan, no deja de ser un ejercicio de imaginación. En ocasiones, cuando se lanza una señal a la atmósfera, se recibe un eco de la misma tras un periodo de hasta 15 segundos de espera. El retraso es tan grande, que no puede ser atribuido a condiciones atmosféricas o a tormentas magnéticas.

Hasta ahora, la causa sigue sin entenderse del todo. Pero es obvio que la interpretación de la aleatoriedad de los ecos puede hacerse de la manera que más interese. Los LDE se deben a un fenómeno atmosférico que, seguramente, pronto entenderemos.

Y, para terminar, con relación a las fotos tomadas por los astronautas del Endeavour en 1998, los escépticos de la época señalaron que la conclusión a la que habían llegado, tras un análisis más cuidadoso de todo el material fotográfico disponible, era que el objeto allí mostrado no pasaba de ser un mero trozo de basura espacial.

“Existen muchas fotografías atribuidas al Caballero Negro, que han sido publicadas por la NASA, y que realmente son restos de plásticos, de envoltorios e incluso gorras que se dejan olvidadas en el compartimiento de carga del trasbordador, y que salen disparadas al espacio cuando se abren las compuertas de la bodega de carga”.

Al menos, esa es la respuesta del Jet Propulsión Laboratory de la NASA para los objetos que se mueven a baja velocidad relativa, respecto a las naves desde las que son captadas. Como el fotografiado por la misión STS-88. “Proceden del mismo trasbordador”.

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